viernes, julio 22, 2005

DE MARCELO SOMARRIVA QUEZADA

El café El Biógrafo de la calle Lastarria de Santiago de Chile.
Por esos mismos años de efervescencia surgía en el barrio Lastarria el café El Biógrafo. El prestigio bohemio e intelectual del barrio ya estaba constituído y en los diarios de la época se lo saludaba como a un nuevo Bellavista para el horror de sus vecinos más apacibles. Cuenta Douglas Hübner, periodista, cineasta y gastrónomo que el café surgió a partir de la fundación de la sala de cine "El biógrafo" que tenía como propósito la difusión del cine local. Los mismos gestores del cine y otros que se les sumaron en el camino fueron quienes le dieron forma al café. La casa contigua a la sala de cine pertenecía a René Letelier y estaba parcialmente desocupada. En la parte restante de la casa funcionaba un restorán venido a menos llamado "La Palta" y unos artesanos ocupaban las piezas del piso superior. Se le compró la patente de bar al restorán y con mucho esfuerzo se desalojó a los artesanos para regocijo del propietario a quien los promotores del cine le parecían gente más seria. La nómina de los socios fundadores era: Sergio Trabucco, Eduardo Tironi, Ignacio Agüero, Antonio Avaria, Germán Malig, Tito Vargas, Klaus Khoenig, Mara Sánchez, Freddy Ramsay, Eliana Arnado, Juan Enrique Forch y Falker Petzold. Casi todos los socios compartían los intereses por el cine y la publicidad y la experiencia del exilio en Alemania. Hübner se encargó de la administración del local porque ya tenía experiencia, había formado en Berlín un restorán llamado "La Batea" al que considera como un antecedente material y espiritual del café El Biógrafo, ya que aun cuando el restorán habría alcanzado cierto renombre entre los alemanes fue fundamentalmente un lugar de encuentro entre exiliados sudamericanos. La particularidad de este café, que conservaba un aspecto detenido en el tiempo, fue que sirvió como punto de encuentro tanto para políticos retornados, cineastas, publicistas, escritores y gente más joven ajena a todos esos intereses. Una serie de casualidades le fue dando al local cierta impronta política. El "comando del no" se instaló en la esquina de Lastarria con la Alameda y el café sirvió como un lugar de reunión política previa a la campaña y de multitudinaria celebración posterior. También se especula que en el café El Biógrafo se fraguó la candidatura presidencial de Aylwin. Días antes del anuncio oficial de su campaña como candidato de la Concertación lo vieron en el comedor junto a otros altos personeros hablando muy seriamente. Hübner recuerda con picardía que le pusieron el cartelito de reservado a las mesas de los lados para que los señores pudieran conversar con toda tranquilidad. El café nunca abandonó cierta solemnidad política y un perfil de bohemia cultural. Todavía puede verse en la barra a una considerable cantidad de bigotudos discutiéndose unas copas. Entre quienes fueron parroquianos fieles del lugar se citan al sociólogo Tomás Moulián, la actriz Patricia Rivadeneira, el cineasta Miguel Littín, Jorge Cash (padre), Jaime Collyer y Pablo Azócar. Cuenta el administrador que se preocupa cuando falta Luis Alarcón después de algún estreno y que Juan Andrés Rackz ha llegado incluso a pedir pan para el desayuno del día siguiente. El anecdotario del lugar lo completan las visitas de Ana Belén, Franco Nero e Ives Montand y haber contado entre sus clientes al ex agente de la Dina Eugenio Berríos, secuestrado y asesinado en Uruguay, "que vivía en la cuadra y mandaba a pedir comida por teléfono". El piano del café lo aporrearon Fito Páez y Claudio Bravo. Se recuerda también a Juan Capra personaje trágico de leyenda portentosa.
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