jueves, agosto 25, 2005

CHILE NO LEE

Colaboración de Mirella Poblete.
Chile... ¿Un país que no lee? Entrevista a Clara Budnik
"Cuando uno logra que la gente le tome el gustito, jamás deja de leer"
Miles y miles de proyectos ha concretado la directora nacional de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos –DIBAM-; lanchas, buses, metro, cajas y ferias libres son los lugares en los que ha instalado pequeñas bibliotecas donde el diálogo con la comunidad es imprescindible para incentivar el gusto por la lectura. En pocos meses, inaugurará la Biblioteca Pública de Santiago, tal vez la más moderna de Latinoamérica y, por supuesto, de Chile.
Gabriela Gayani Sch.
Es su cumpleaños, se ve radiante y reconoce sin problema su edad. Acaba de salir de un desayuno con sus colaboradores que le celebraron sus 67 años y en su oficina hay un hermoso ramo de flores que le envío una de sus subordinadas, a la que ayudó con la enfermedad de su hijo hace unos días.
Claramente no es el prototipo que se tiene de una bibliotecaria; muy por el contrario, es una mujer jovial, de ojos claros, que viste pantalón y chaqueta negros, con un suéter de color gris brillante, largos aros de plata y el pelo muy corto.
Se siente profundamente orgullosa de la modernización que ha experimentado la DIBAM mientras ella ha sido su directora, pero no se atribuye todos los éxitos, constantemente nombra a su antecesora, Marta Cruz-Coke, y a muchos otros para explicar los adelantos en materia de museos y bibliotecas del país. "Formamos un equipo bien interesante que ha permitido que esto suceda".
-¿Cómo surge este rejuvenecimiento?
"La DIBAM tiene 23 museos regionales y hemos hecho algo que me parece muy interesante: los museos se han abierto y dialogan con la gente. Más que un director de museo que lo sepa todo, y que puede saber mucho, buscamos que pueda dialogar con los otros. No sólo es trabajar para la comunidad sino trabajar con la comunidad; sobre todo en las regiones; Santiago es un mundo más grande y por lo tanto, más complejo".
Cuenta que ya en la época de su predecesora, empezaron a hacer un trabajo de participación con la comunidad; un sociólogo, un antropólogo y un historiador social recorrieron todo Chile preguntando como funcionaban las bibliotecas, casi todas municipales, enseñándoles como llamar a la comunidad a participar, a interactuar con ellas, a formar grupos de amigos y esa experiencia después la repitieron en los museos. "Ello nos dio pie para tener a la comunidad mucho más cerca y, si en este minuto, un alcalde quiere cerrar una biblioteca municipal, nosotros, como DIBAM, no tenemos que decir nada, sino que se moviliza la misma gente de la comuna, eso es muy importante", dice.
-¿No es tan cierto, entonces, que a la gente en Chile no le interesa la cultura?
"Hay que educar a la gente, porque, evidentemente, el gusto por el arte y la cultura se crea. No se puede poner una obra de arte que una persona no pueda disfrutar, porque desconoce cómo apreciarla, primero hay que enseñarle".
Por eso, el trabajo ha cubierto muchas estrategias distintas, desde cajas con libros que viajan por los poblados más pequeños, hasta una lancha especialmente habilitada como biblioteca, incluso con una sala para películas, que estuvo a punto de ser construida en los astilleros de Valdivia, pero que debió quedar stand by hasta que se generen los recursos, porque los de la Unión Europea con los que se contaba para ello, dejaron de ser enviados.
- Sin embargo, igual hay lanchas que recorren las islas sureñas.
"Tenemos gente maravillosa en el sur. Conseguimos una lancha en la gobernación que lleva cajas con libros; también cuenta cuentos – personas que van a contarles cuentos a los niños para incentivarles la lectura-. Deja libros y los va a buscar cada quince días".
Otra cosa que le ha dado resultados fantásticos con la gente es el bibliometro (los puntos de préstamo en el Metro de Santiago). "Estamos esperando si nos extienden el presupuesto para el próximo año y así poner dos módulos más; uno, en Puente Alto y otro, en Recoleta.
El sistema ha tenido tanto éxito, que fue copiado por el Metro de Madrid. "Les dimos todo el "know how" nuestro y son tan amorosos que dicen que son nuestros hermanos menores; comprenderás que con los recursos del ayuntamiento de Madrid y el tamaño de su metro, ellos parecen los hermanos mayores. Los módulos son más grandes, más bonitos y cuando los inauguraron me invitaron para asistir", cuenta entre risas.
También existen los bibliobuses, que se estacionan en distintos puntos de la capital y de regiones y prestan libros, revistas y textos de materias especializadas a los socios.
-¿Qué se necesita para ser socio?
"Si eres adulto, pagas 3.000 pesos anuales; si eres estudiante o adulto mayor, 1.500; carné de identidad y algún recibo que acredite domicilio, eso da derecho a pedir dos libros cada quince días y a renovarlos si no están pedidos por otra persona".
-¿El porcentaje de pérdida de libros es muy alto?
"Nos devuelven todo, el porcentaje de pérdida es de menos del 2 por ciento y los índices mundiales hablan de una pérdida mucho más alta. Es un servicio que a la gente le gusta y lo necesita tanto, que el que no devuelve, deja de ser socio y no puede volver a arrendar; entonces, es muy poca la gente que quiere perder el privilegio de seguir leyendo".
- O sea, tenemos, buses, lanchas, Metro…
"Cajas", interrumpe,"que son muy importantes. Empezamos con cajas como de cerveza y ahora son un poco más sofisticadas, se les saca una puerta y queda una especie de estante con ruedas. En el Altiplano se llevan en camioneta y se dejan por uno o dos meses, donde no tendría sentido tener una biblioteca por la escasa población. Se le enseña a algún vecino cómo prestar los libros. Se van rotando las diferentes cajas por los distintos poblados".
En las bibliotecas tratan de atender a aquella población que no tiene un nicho, que no es el estudiante o el universitario, prestándoles lo habitual, pero, gracias al diálogo con la comunidad han descubierto nuevas necesidades. "En Temuco, por ejemplo, teníamos un bibliobús con bastante buena literatura, pero empezaron a pedirnos libros de siembra y de cría de conejos u otras cosas que les sirven para la vida práctica, que cuesta encontrar en Chile. En ese sentido hay mucho diálogo con los usuarios, lo que no quiere decir que no tengamos una colección básica", explica Clara.
-¿Crear el interés por la lectura?
"Efectivamente. Por ejemplo, en el bibliometro empezamos muy fuerte con los comics; mucha gente que no había leído, después de eso siguió leyendo otras cosas hasta llegar al Quijote. Es muy difícil que nazca el amor por la lectura a partir de un libro complicado, hay que darles cosas más simples".
La tecnología también juega un rol muy importante, los escritos antiguos o muy importantes, que forman parte de nuestro patrimonio nacional han sido reproducidos y se pueden encontrar en la página web memoria chilena.cl y, después de eso, unos creativos del grupo reclamaron y se habilitó memoria chilena para niños.cl.
El 10 de noviembre se inaugura la Biblioteca Pública de Santiago, ubicada justo a la salida del Metro Quinta Normal, que es muy moderna, con un concepto absolutamente distinto al de la Biblioteca Nacional, "que es una biblioteca patrimonial y estamos felices, porque, por fin, va a poder ser absolutamente patrimonial", recalca.
Esta biblioteca va a ser la única en Chile que tenga máquinas de autopréstamo. De manera que una persona puede entrar al edificio, pasearse por los 20 mil metros, no hablar con nadie si no quiere, y salir. La idea es que la gente se haga socia con un cobro mínimo y, tal vez, sin ninguno; eso todavía está en estudio.
Ciento sesenta computadores conectados a Internet y talleres de computación para el público son otras de las novedades. "Aunque va a llegar a tener miles y miles de libros, estamos empezando con pocos, porque queremos que la colección se vaya formando según las necesidades de la gente", explica y se nota el gran orgullo que le provoca estar ad portas de la inauguración.
-¿Sólo literatura clásica o los nuevos escritores como Marai o Coetzee?
"Cuando nos entregan el presupuesto, dejamos un recorte para los nuevos libros que van saliendo o los nuevos premios Nobel o Nacionales. De Marai me acuerdo especialmente, porque lo busqué para mí y lo encontré tan maravilloso que mandé a comprarlo para las bibliotecas".
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