martes, septiembre 06, 2005

CULTURA Y CHILE

¿Es Chile un país culto? Por Ricardo Irarrázabal (*)
Tal como el Padre Hurtado se preguntaba si Chile era un país católico, creo que el cuestionamiento de si Chile es un país culto es la interrogante que los chilenos tenemos que hacernos -y respondernos- ante el inminente cierre de la única radio dedicada exclusivamente a la difusión de la música clásica, luego de la desaparición de la radio Andrés Bello. Triste saldo cultural en los umbrales del bicentenario de la Patria.

"La cultura tampoco es una prioridad de la clase política, la que ha optado por moverse únicamente siguiendo criterios electoralistas y cuyas acciones están gobernadas tiránicamente por la última encuesta disponible. Mientras la izquierda lleva años instrumentalizando la cultura con motivaciones políticas, la derecha lleva mucho tiempo haciendo de la cultura el último punto de su programa de gobierno, con una indiferencia total".
Es claro que son razones de mercado las que han llevado al cierre de estas radios. O bien, o no existe la suficiente demanda por el producto “música clásica”, o bien, el costo alternativo de tener una radio clásica es demasiado alto versus otras posibilidades. Sea cual sea la razón, al parecer una radio de música clásica no es un “buen negocio”, como tantas cosas que empiezan a ser apartadas por no ser buenos productos. Claro, el palacio Pereira en pleno centro de Santiago, tampoco es un buen negocio y merece ser demolido. La ley de donaciones culturales pierde sentido con las interpretaciones del Servicio de Impuestos Internos (seguramente se pensará que no es una ley “eficiente”). Y nadie hace nada.
Con ciertas notables excepciones, tampoco es una prioridad de la clase política, la que ha optado por moverse únicamente siguiendo criterios electoralistas y cuyas acciones están gobernadas tiránicamente por la última encuesta disponible. Mientras la izquierda lleva años instrumentalizando la cultura con motivaciones políticas, la derecha lleva mucho tiempo haciendo de la cultura el último punto de su programa de gobierno, con una indiferencia total. A doscientos años de la independencia patria, el resultado de esta política (o no-política) ha llevado a que el actual programa cultural del país esté basado en gran parte, en presupuestos millonarios para las así llamadas fiestas de la cultura o en dudosas asignaciones de fondos concursables a alguna “manifestación cultural”, siempre eso sí que cumpla - en aras de la libertad de expresión -, con el requisito de denigrar a alguna figura patria o de provocar a algún sector de la sociedad.
¿Es Chile un país culto? Cuesta reconocerlo, pero todo indica que no. Sin embargo, es un país que puede y es digno de ser educado en la cultura. De ahí la fundamental importancia de la educación de nuestros hijos en el arte y en la belleza, empresa que debe ser asumida tanto por las familias como por el Estado. Tal como lo señalara la contralto Carmen Luisa Letelier, haciendo mención a una entrevista a Zubin Mehta, dicha educación “es el único bien que podemos darles en abundancia, para lo que no se necesitan grandes sumas de dinero, pero sí enormes sumas de dedicación y convicción respecto del valor de la belleza … Atrevámonos a formar niños y jóvenes con vida interior, con sed de belleza”. De esta forma no solo evitaríamos la desaparición de radios de música clásica, sino que tendríamos a un Estado que reaccione ante las “flaquezas del mercado”, ya sea a través de la entrega de incentivos o en último caso, actuando subsidiariamente.
El Papa Benedicto nos enseña que “la belleza hiere, pero precisamente de esta manera recuerda al hombre su destino último”. Y Chile necesita y merece ser herido por la belleza.
(*) Abogado P.U.C.
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