miércoles, julio 20, 2005

EPU

La verdadera amenaza es el terrorismo nuclear
Por Dietrich Fischer * aportado por Mirella Poblete.

Si un solo artefacto atómico detonara en un auto estacionado en Londres, más de medio millón de personas moriría al instante. ¿Podemos aprender a abominar de estas bombas?, pregunta el especialista europeo Dietrich Fischer, en una columna exclusiva para Tierramérica.
NUEVA YORK.- Si el mundo continúa en su actual curso, las bombas terroristas que sacudieron Londres el 7 de este mes deberían ser consideradas como un mero anticipo de peores catástrofes. En tanto las grandes potencias insistan en mantener armas nucleares, que según ellas necesitan para proteger su seguridad, no podrán impedir que otros países y organizaciones terroristas adquieran –y usen- esas mismas armas. La bomba atómica lanzada en Hiroshima mató a más de 200 mil personas. Pero las bombas nucleares actuales son mucho más poderosas. Si un solo artefacto nuclear fuera detonado en un automóvil estacionado o en un barco de vela en el río Támesis, el centro de Londres quedaría cubierto de humeantes escombros radiactivos, más de un millón de personas moriría instantáneamente y varios otros millones fallecerían lentamente por enfermedades causadas por la radiactividad. La utilización de dos raseros que comporta la utilización de frases del tipo de "las armas nucleares son buenas para nosotros, pero malas para usted" es estúpida y para nada convincente, ya que implica creer ingenuamente que la tecnología para fabricar armas nucleares puede ser mantenida en secreto para siempre. Aquellos que todavía creen en el cuento de hadas de la "teoría de la disuasión" es mejor que se den cuenta de que estamos en la época de los atentados suicidas. La amenaza de una represalia apocalíptica no sirve para disuadir a una persona convencida de que irá directamente al cielo después de hacerse volar por una bomba. Los gobiernos que ordenan hacer llover toneladas de bombas sobre Iraq y Afganistán no deberían sorprenderse de que ello inculque ideas en las mentes de vehementes imitadores. ¿Qué cambios debemos hacer si queremos que la humanidad sobreviva? En primer lugar, debemos dejar de creer que los problemas pueden ser resueltos mediante la aplicación de la fuerza militar ofensiva, que sólo alienta a otros a pagar con la misma moneda. Vigilar para detener a los criminales y defenderse contra un ataque externo es justificado, pero no lo son las intervenciones militares en el extranjero. En segundo lugar, 37 años después de la firma del Tratado de No Proliferación Nuclear es hora de que las potencias nucleares cumplan con sus compromisos de desarme. También necesitamos un mundo mucho más abierto en el que todas las armas nucleares existentes puedan ser verificadamente destruidas y que la fabricación de otras nuevas no pueda ser ocultada. La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) puede ahora inspeccionar sólo a los países miembros que voluntariamente aceptan su supervisión. Tal "inspección" carece de sentido. La AIEA debe tener el poder de inspeccionar toda instalación nuclear sospechosa en cualquier parte del mundo, sin previo aviso, pues de otro modo será imposible impedir la proliferación de las armas nucleares. Los gobiernos que ahora poseen armas nucleares se oponen a tales inspecciones con el argumento de que son "una violación de su soberanía". También muchos pasajeros de aviones protestaron inicialmente contra la revisión de sus equipajes en busca de armas, medida introducida tras una serie de secuestros de aviones con fatales consecuencias. Ahora los pasajeros se dan cuenta de que tales inspecciones sirven para protegerlos a ellos mismos. Quienes no tienen nada que ocultar tampoco tienen nada que temer. Tarde o temprano los gobiernos llegarán a la misma conclusión en el caso de las armas nucleares. La cuestión es saber si ello ocurrirá antes o después de que detone la primera bomba nuclear terrorista. En tercer lugar, necesitamos enfrentar la causa fundamental del terrorismo: los conflictos enconados no resueltos. La solución pacífica de esos conflictos es un oficio que puede ser enseñado y aprendido. Johan Galtung, ampliamente considerado como el fundador de la especialidad de búsqueda de la paz, fue capaz de ayudar a poner fin a un añejo conflicto fronterizo entre Ecuador y Perú, por el cual los dos países combatieron cuatro guerras, al sugerir que ambos hicieran del territorio en disputa una zona binacional administrada conjuntamente en la cual se crearía un parque natural. Esta intervención pacífica no costó casi nada en comparación con una operación militar para el mantenimiento de la paz. Necesitamos una Organización de Naciones Unidas para la Mediación, con varios cientos de mediadores bien entrenados que pueden ayudar a impedir que los conflictos lleven a la violencia. Esta es una valiosa intervención a favor de la supervivencia humana de muy poco costo si se la compara con el billón de dólares que el mundo gasta cada año para armar a millones de soldados, lo que sólo hace que el mundo sea colectivamente menos seguro. Si nos aferramos a modos de pensar obsoletos –como los de creer que amenazar a otros nos da seguridad- nos enfrentamos a la extinción de la especie humana y desapareceremos como otras especies que fracasaron en adaptarse a nuevas condiciones. ¿Librarse de todas las armas nucleares es una perspectiva realista? Por cierto que es más realista que esperar hasta que sean usadas. Algunos han afirmado que no podemos "desinventar" a las armas nucleares y que por lo tanto tendremos que vivir con ellas tanto tiempo como la civilización exista. Pero nadie "desinventó" tampoco el canibalismo, sino que simplemente aprendimos a abominar de éste. ¿Y no podremos aprender a abominar de la incineración de ciudades enteras con armas nucleares?
* * Director académico del Centro Universitario Europeo para Estudios de la Paz (EPU, son sus siglas en inglés), de Stadtschlaining, Austria. Derechos reservados IPS.
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