DEMOCRACIA INTERNA EN LOS PARTIDOS POLITICOS
(El Universal de Ciudad de México)
05 de agosto de 2005
PRI: responsabilidad democrática
EL gobernador del estado de México, Arturo Montiel Rojas, de 62 años, resultó ganador en la encuesta y la consulta que el grupo Unidad Democrática organizó para escoger al contendiente de Roberto Madrazo Pintado por la candidatura presidencial del Partido Revolucionario Institucional.
05 de agosto de 2005
PRI: responsabilidad democrática
EL gobernador del estado de México, Arturo Montiel Rojas, de 62 años, resultó ganador en la encuesta y la consulta que el grupo Unidad Democrática organizó para escoger al contendiente de Roberto Madrazo Pintado por la candidatura presidencial del Partido Revolucionario Institucional.
El método de la elección fue convenido libremente, como también lo será el proceso abierto y público, según se sabe, para escoger al candidato de este partido.
Así, el PRI busca conseguir una amplia participación en la selección de su abanderado que, aun después de perder por vez primera en 70 años la Presidencia de la República, mantiene una estructura nacional que le ha permitido ganar electoralmente un buen número de gobiernos estatales, de congresos locales y presidencias municipales.
Es, asimismo, un indicio positivo el que los otros cuatro aspirantes hayan reconocido de inmediato el triunfo de Montiel, con sus felicitaciones y su compromiso de apoyo. Esto hace suponer, hasta ahora, que no habrá escisiones por parte de algunos de los participantes en la prueba. "Con la democracia todos ganamos", dijo el vocero de ellos, Genaro Borrego Estrada.
Para Montiel continúa ahora una etapa decisiva, que es la fijación de reglas para las elección interna en su partido. "Vamos a exigir que sea un proceso democrático, transparente y equitativo", aseguró con razón, pues su adversario, Madrazo, preside el PRI. También pidió hacer las cosas sin simulaciones.
El interés de todos los mexicanos es que así sea el proceso interno: transparente y sin simulaciones.
Esto es así porque el sistema de partidos requiere componentes sanos, vigorosos y con procedimientos diáfanos en la elección de sus candidatos. Un partido así concebido conquista la confianza y el respeto de la gente y contribuye a dar consistencia y dimensión a la democracia mexicana.
Es incontestable que un partido que aplica en su funcionamiento interno prácticas democráticas trasladará este mismo espíritu en el cumplimiento de sus obligaciones gubernamentales. La democracia es un modo de vida, no un acto meramente electoral.
En el sistema político que nos hemos dado, perfectible y todo, los partidos han adquirido una relevancia considerable y su comportamiento debe ser ejemplo y guía, sobre todo en momentos en los que la confianza social en ellos ha decaído considerablemente. La simulación oxida las piezas del sistema y la falta de transparencia siembra la sospecha, la duda, y dispara la desconfianza, la reticencia, la abstención. Cada voto perdido en una elección es la descalificación del ciudadano al sistema y aunque eso también es un síntoma de participación electoral, ello está muy lejos de significar el triunfo de la democracia sustentada en fortaleza de ideas y de partidos.
Es bueno, por tanto, que los partidos diseñen métodos para escoger a sus candidatos con transparencia y amplia participación. Es un esfuerzo encomiable mientras se logra que el Instituto Federal Electoral y los institutos electorales locales cuenten con una ley que implante un proceso con las mismas características obligatorio para todos.
Nuestro aparato democrático debe marchar hacia delante.
Los tiempos de los candidatos tapados, que sólo favorecían a la omnipotencia presidencial, han sido rebasados y deben quedar sepultados para siempre.
Hay, mientras tanto, otros pendientes, como son el control en el uso de los bienes públicos para construirse una candidatura, la falta de transparencia, y la regulación de los gastos preelectorales.
Así, el PRI busca conseguir una amplia participación en la selección de su abanderado que, aun después de perder por vez primera en 70 años la Presidencia de la República, mantiene una estructura nacional que le ha permitido ganar electoralmente un buen número de gobiernos estatales, de congresos locales y presidencias municipales.
Es, asimismo, un indicio positivo el que los otros cuatro aspirantes hayan reconocido de inmediato el triunfo de Montiel, con sus felicitaciones y su compromiso de apoyo. Esto hace suponer, hasta ahora, que no habrá escisiones por parte de algunos de los participantes en la prueba. "Con la democracia todos ganamos", dijo el vocero de ellos, Genaro Borrego Estrada.
Para Montiel continúa ahora una etapa decisiva, que es la fijación de reglas para las elección interna en su partido. "Vamos a exigir que sea un proceso democrático, transparente y equitativo", aseguró con razón, pues su adversario, Madrazo, preside el PRI. También pidió hacer las cosas sin simulaciones.
El interés de todos los mexicanos es que así sea el proceso interno: transparente y sin simulaciones.
Esto es así porque el sistema de partidos requiere componentes sanos, vigorosos y con procedimientos diáfanos en la elección de sus candidatos. Un partido así concebido conquista la confianza y el respeto de la gente y contribuye a dar consistencia y dimensión a la democracia mexicana.
Es incontestable que un partido que aplica en su funcionamiento interno prácticas democráticas trasladará este mismo espíritu en el cumplimiento de sus obligaciones gubernamentales. La democracia es un modo de vida, no un acto meramente electoral.
En el sistema político que nos hemos dado, perfectible y todo, los partidos han adquirido una relevancia considerable y su comportamiento debe ser ejemplo y guía, sobre todo en momentos en los que la confianza social en ellos ha decaído considerablemente. La simulación oxida las piezas del sistema y la falta de transparencia siembra la sospecha, la duda, y dispara la desconfianza, la reticencia, la abstención. Cada voto perdido en una elección es la descalificación del ciudadano al sistema y aunque eso también es un síntoma de participación electoral, ello está muy lejos de significar el triunfo de la democracia sustentada en fortaleza de ideas y de partidos.
Es bueno, por tanto, que los partidos diseñen métodos para escoger a sus candidatos con transparencia y amplia participación. Es un esfuerzo encomiable mientras se logra que el Instituto Federal Electoral y los institutos electorales locales cuenten con una ley que implante un proceso con las mismas características obligatorio para todos.
Nuestro aparato democrático debe marchar hacia delante.
Los tiempos de los candidatos tapados, que sólo favorecían a la omnipotencia presidencial, han sido rebasados y deben quedar sepultados para siempre.
Hay, mientras tanto, otros pendientes, como son el control en el uso de los bienes públicos para construirse una candidatura, la falta de transparencia, y la regulación de los gastos preelectorales.
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