Si el "Katrina" pasara por Barcelona
Si el 'Katrina' pasara por Barcelona
NI LA INEFICACIA DE los políticos es monopolio de EE. UU. ni la ineptitud de un gobierno justifica celebrar la desgracia de sus ciudadanos
XAVIER SALA I MARTÍN - 07/09/2005 Nueva Orleans, 29 de agosto de 2005. A pesar de que las autoridades han ordenado evacuar la zona, miles de ciudadanos permanecen en sus casas. A las 6 de la mañana el huracán Katrina alcanza la costa, pero un cambio de rumbo de última hora evita el choque directo con la ciudad. El alcalde se siente afortunado..., pero no sabe que lo peor está por llegar: los diques de contención del lago Ponchartrain han sido dañados y la urbe se sitúa unos metros por debajo del nivel del agua. 24 horas después, se abren en ellos dos enormes brechas que anegan la ciudad entera y causan centenares, quizá miles de muertos. Como casi todas las catástrofes, el Katrina saca a relucir lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Entre lo peor se encuentra la incompetencia del presidente Bush (republicano), la gobernadora del estado de Luisiana y el alcalde de Nueva Orleans (ambos demócratas). Entre unos y otros, ni evacuaron a todos los ciudadanos, ni supieron rescatar y socorrer a las víctimas a tiempo, ni consiguieron imponer la ley y el orden hasta pasados muchos días. Más importante todavía, a pesar de que hacía décadas que los expertos advertían del envejecimiento de los diques de contención, no hicieron nada para repararlos. En el otro plato de la balanza, lo mejor está representado por los gobernadores de los estados vecinos que acogieron a los damnificados con cargo a sus presupuestos. La cara buena la representa también el resto de la clase política norteamericana, que, a diferencia de los de otras latitudes, tiende a aparcar temporalmente sus diferencias cuando se enfrenta a situaciones catastróficas. Y así lo hizo también en esta ocasión. En el polo opuesto están los extremistas de siempre -norteamericanos y europeos- que no dejaron pasar la oportunidad para criticar la política exterior de Bush. Incapaces de analizar el mundo sin el estrechísimo prisma de Iraq, insisten en que si no se hubiera declarado la guerra, se habrían dedicado los recursos a reparar los diques. Como si fuera razonable pensar que, justo ahora, los políticos hubieran utilizado el dinero de la guerra para hacer unas reparaciones que hace décadas que se reclaman. En el lado bueno se sitúan todos aquellos ciudadanos que arriesgaron sus vidas para salvar a los que se encontraban atrapados en sus casas. En el malo, los despreciables señores que aprovecharon el caos para saquear todo lo que pudieron. Positivos son los servicios meteorológicos que nos advierten con antelación del dónde y cuándo de los grandes ciclones en todo el mundo. Y esta vez no fue una excepción. La cara negativa de la misma moneda es aquello de Pedro y el lobo: al haber tantos avisos de tantas tormentas que no acaban produciendo tan grandes tragedias, la gente acaba desoyendo las órdenes de evacuación... y entonces es cuando se produce el desastre. Hablando de meteorología, negativa fue también la aparición de los sacerdotes del calentamiento global que, una vez más, aprovecharon para predicar aquello del cambio climático y criticar a Bush por no haber firmado el protocolo de Kioto. Dijeron que el Katrina era otra demostración de que las tormentas son cada día más devastadoras. Además de que un solo episodio nunca demuestra una teoría, la verdad es que en este caso ni siquiera es cierto que el Katrina era una tormenta anormalmente fuerte: era un huracán de categoría 4 en la escala de Zaffir-Simpson que va del 1 al 5 (entre ustedes y yo: a lo largo del siglo XX se registraron al menos 23 tormentas de categoría 5 solamente en el Atlántico). El daño, pues, no fue consecuencia tanto de la extremada fuerza del huracán como de las inundaciones que causó el desmoronamiento de los diques. Por cierto, ¿realmente alguien piensa que si George Bush hubiera aceptado Kioto en el año 2000, el Katrina se habría evitado? Finalmente, entre lo peor se encuentran la cara de felicidad detectada en algunos presentadores de noticiarios españoles y los comentarios de ciertos eunucos intelectuales antiamericanos que justificaron la desgracia ajena apelando a una supuesta arrogancia estadounidense y aprovecharon para despotricar contra las supuestas injusticias de esa sociedad. Sí. Es cierto que las imágenes de la televisión muestran que las víctimas son mayoritariamente de raza negra. Pero eso no es prueba de nada ya que... ¡el 80% de la población de Nueva Orleans es de raza negra! Sí. Es cierto que algunos de los que desobedecieron las órdenes de evacuar la zona eran pobres sin coche y también es cierto que, en América, la gente de ingresos bajos tiende a tener menos coches que los ricos. Pero eso no demuestra una especial injusticia social americana porque... ¡en Europa pasa exactamente lo mismo! ¿O es que el Estado de bienestar regala coches a los pobres? Más bien al contrario: dificulta su compra a través de exagerados impuestos, por lo que, según ese burdo argumento, si una sociedad es injusta con sus pobres por no proporcionarles coches para huir de las catástrofes ésta sería, precisamente, ¡la europea! Y finalmente, sí, es cierto que los gobiernos actuaron con incompetencia extrema. Pero ni la ineficacia de los políticos es monopolio norteamericano (y no hace falta ir muy lejos para comprobarlo), ni la ineptitud del gobierno de un país justifica celebrar la desgracia de sus ciudadanos. Ciudadanos que, dicho sea de paso, siempre son la cara amable de las catástrofes al ser los que más rápida y masivamente ayudan al mundo cuando éstas se producen. Pregúntense, si no, qué habrían hecho ellos si el Katrina hubiera pasado por Barcelona.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele, Columbia University y UPF www.umbele.org
NI LA INEFICACIA DE los políticos es monopolio de EE. UU. ni la ineptitud de un gobierno justifica celebrar la desgracia de sus ciudadanos
XAVIER SALA I MARTÍN - 07/09/2005 Nueva Orleans, 29 de agosto de 2005. A pesar de que las autoridades han ordenado evacuar la zona, miles de ciudadanos permanecen en sus casas. A las 6 de la mañana el huracán Katrina alcanza la costa, pero un cambio de rumbo de última hora evita el choque directo con la ciudad. El alcalde se siente afortunado..., pero no sabe que lo peor está por llegar: los diques de contención del lago Ponchartrain han sido dañados y la urbe se sitúa unos metros por debajo del nivel del agua. 24 horas después, se abren en ellos dos enormes brechas que anegan la ciudad entera y causan centenares, quizá miles de muertos. Como casi todas las catástrofes, el Katrina saca a relucir lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Entre lo peor se encuentra la incompetencia del presidente Bush (republicano), la gobernadora del estado de Luisiana y el alcalde de Nueva Orleans (ambos demócratas). Entre unos y otros, ni evacuaron a todos los ciudadanos, ni supieron rescatar y socorrer a las víctimas a tiempo, ni consiguieron imponer la ley y el orden hasta pasados muchos días. Más importante todavía, a pesar de que hacía décadas que los expertos advertían del envejecimiento de los diques de contención, no hicieron nada para repararlos. En el otro plato de la balanza, lo mejor está representado por los gobernadores de los estados vecinos que acogieron a los damnificados con cargo a sus presupuestos. La cara buena la representa también el resto de la clase política norteamericana, que, a diferencia de los de otras latitudes, tiende a aparcar temporalmente sus diferencias cuando se enfrenta a situaciones catastróficas. Y así lo hizo también en esta ocasión. En el polo opuesto están los extremistas de siempre -norteamericanos y europeos- que no dejaron pasar la oportunidad para criticar la política exterior de Bush. Incapaces de analizar el mundo sin el estrechísimo prisma de Iraq, insisten en que si no se hubiera declarado la guerra, se habrían dedicado los recursos a reparar los diques. Como si fuera razonable pensar que, justo ahora, los políticos hubieran utilizado el dinero de la guerra para hacer unas reparaciones que hace décadas que se reclaman. En el lado bueno se sitúan todos aquellos ciudadanos que arriesgaron sus vidas para salvar a los que se encontraban atrapados en sus casas. En el malo, los despreciables señores que aprovecharon el caos para saquear todo lo que pudieron. Positivos son los servicios meteorológicos que nos advierten con antelación del dónde y cuándo de los grandes ciclones en todo el mundo. Y esta vez no fue una excepción. La cara negativa de la misma moneda es aquello de Pedro y el lobo: al haber tantos avisos de tantas tormentas que no acaban produciendo tan grandes tragedias, la gente acaba desoyendo las órdenes de evacuación... y entonces es cuando se produce el desastre. Hablando de meteorología, negativa fue también la aparición de los sacerdotes del calentamiento global que, una vez más, aprovecharon para predicar aquello del cambio climático y criticar a Bush por no haber firmado el protocolo de Kioto. Dijeron que el Katrina era otra demostración de que las tormentas son cada día más devastadoras. Además de que un solo episodio nunca demuestra una teoría, la verdad es que en este caso ni siquiera es cierto que el Katrina era una tormenta anormalmente fuerte: era un huracán de categoría 4 en la escala de Zaffir-Simpson que va del 1 al 5 (entre ustedes y yo: a lo largo del siglo XX se registraron al menos 23 tormentas de categoría 5 solamente en el Atlántico). El daño, pues, no fue consecuencia tanto de la extremada fuerza del huracán como de las inundaciones que causó el desmoronamiento de los diques. Por cierto, ¿realmente alguien piensa que si George Bush hubiera aceptado Kioto en el año 2000, el Katrina se habría evitado? Finalmente, entre lo peor se encuentran la cara de felicidad detectada en algunos presentadores de noticiarios españoles y los comentarios de ciertos eunucos intelectuales antiamericanos que justificaron la desgracia ajena apelando a una supuesta arrogancia estadounidense y aprovecharon para despotricar contra las supuestas injusticias de esa sociedad. Sí. Es cierto que las imágenes de la televisión muestran que las víctimas son mayoritariamente de raza negra. Pero eso no es prueba de nada ya que... ¡el 80% de la población de Nueva Orleans es de raza negra! Sí. Es cierto que algunos de los que desobedecieron las órdenes de evacuar la zona eran pobres sin coche y también es cierto que, en América, la gente de ingresos bajos tiende a tener menos coches que los ricos. Pero eso no demuestra una especial injusticia social americana porque... ¡en Europa pasa exactamente lo mismo! ¿O es que el Estado de bienestar regala coches a los pobres? Más bien al contrario: dificulta su compra a través de exagerados impuestos, por lo que, según ese burdo argumento, si una sociedad es injusta con sus pobres por no proporcionarles coches para huir de las catástrofes ésta sería, precisamente, ¡la europea! Y finalmente, sí, es cierto que los gobiernos actuaron con incompetencia extrema. Pero ni la ineficacia de los políticos es monopolio norteamericano (y no hace falta ir muy lejos para comprobarlo), ni la ineptitud del gobierno de un país justifica celebrar la desgracia de sus ciudadanos. Ciudadanos que, dicho sea de paso, siempre son la cara amable de las catástrofes al ser los que más rápida y masivamente ayudan al mundo cuando éstas se producen. Pregúntense, si no, qué habrían hecho ellos si el Katrina hubiera pasado por Barcelona.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele, Columbia University y UPF www.umbele.org
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