UNA CLAVE PARA LA ELECCION CHILENA
Reformar sin cambiar
LOS ELECTORES HAN dicho que quieren una reforma del Estado social, pero sin abandonar el modelo europeo
FRANCESC DE CARRERAS - 22/09/2005 La Vanguardia de Barcelona.
LOS ELECTORES HAN dicho que quieren una reforma del Estado social, pero sin abandonar el modelo europeo
FRANCESC DE CARRERAS - 22/09/2005 La Vanguardia de Barcelona.
El resultado de las elecciones alemanas es una buena muestra de la inseguridad que afecta a gran parte de la amplia clase media europea, aquella que percibe un sueldo suficiente para llevar una vida acomodada pero que necesita, como complemento imprescindible para seguir así, los beneficios más evidentes del Estado de bienestar: buena sanidad, enseñanza pública, pensión de jubilación y seguridad en el empleo, como las más importantes. En efecto, en las elecciones alemanas se han enfrentado, en teoría, dos modelos: el neoliberal norteamericano y el socialdemócrata europeo, representados, respectivamente, por Merkel y Schröder. Fíjense que he escrito en teoría. La realidad, como sabemos, es otra. En Europa ambos modelos tienden a converger, de hecho ya lo están haciendo y, probablemente, éste es el mandato que han hecho llegar los electores alemanes a sus gobernantes: queremos una reforma del Estado social, adaptada a las reglas que impone la sociedad mundial globalizada, pero sin abandonar el modelo europeo, sin convertir a Alemania en una sociedad semejante a la norteamericana. Los partidos socialistas más serios e inteligentes - por ejemplo, los nórdicos- están realizando, desde hace unos años, razonables y justificados esfuerzos para reformar el Estado de bienestar. Igual sucede con los partidos liberales y conservadores que quieren alcanzar el poder, que quieren vencer en las elecciones. En caso contrario, como ha sido el caso de la CDU alemana, las victorias, aun en situaciones propicias, como han sido las elecciones del domingo pasado, se les escapan y les obligan a pactar con otros partidos, a ceder en sus posiciones más radicalizadas. En efecto, un sector central de la sociedad europea desea preferentemente, vote a unos u a otros, asegurar ante todo el Estado social porque es el único que garantiza la igualdad de derechos, entre ellos, por supuesto, los derechos sociales. Hoy en día, la igualdad de derechos significa, de forma primordial, la igual libertad de las personas. Esta formulación permite superar la falsa contradicción entre libertad e igualdad que suele enunciarse así: a más libertad, menor igualdad y a mayor igualdad, menos libertad. Ello ya no es así: en determinadas sociedades, entre ellas las de la Europa desarrollada, con todas las imperfecciones que se quiera, esta igual libertad comienza a ser una reali-dad entre amplios sectores sociales. En efecto, hoy en día hay formas de organización social que están comenzando a superar esta aparente contradicción. Los derechos individuales no deben necesariamente colisionar con la igualdad social, sino todo lo contrario: los derechos individuales sin igualdad social son simples privilegios de los que sólo gozan algunos. Las revoluciones liberales -empezando por la francesa de fines de siglo XVIII- y las revoluciones socialistas -empezando por la rusa de 1917- han sido, fundamentalmente, revoluciones contra los privilegios, contra unas sociedades en las cuales en lugar de derechos individuales lo dominante eran los privilegios. Ahora bien, tampoco caben dudas acerca de que esta contradicción entre libertad e igualdad se ha dado a lo largo de la historia. Las revoluciones liberales generaron en el siglo XIX más libertad individual que igualdad social y las revoluciones socialistas del siglo XX generaron más igualdad social que libertad individual. Pensadores tan distintos como Marx o Stuart Mill ya advirtieron que la sociedad liberal de su tiempo, la Europa occidental del siglo XIX, había avanzado mucho en el régimen de libertades pero tenía un grave déficit de igualdad. La literatura sobre la falta de libertad en el socialismo del área soviética es actual y conocida. Por tanto, hoy caben pocas dudas sobre el fracaso de ambos modelos entendidos en su estado puro. En cambio, no puede darse, ni mucho menos, por fracasado un tercer modelo: el del Estado social, o social demócrata, o welfare state, como quiera llamársele. ¿En qué consiste básicamente este tipo de Estado? En que asegura, en un grado razonable, la igual libertad de la que antes hablábamos. Para ello combina una igualdad de mínimos sociales básicos y una igualdad de oportunidades: ambas, combinadas, permiten un sustancial régimen de autonomía individual. Sobre este sustrato, el modelo puede dar igual libertad, igual grado de libertad a todos. En la construcción de este modelo han participado históricamente pensadores liberales y socialdemócratas, partidos democristianos y partidos socialistas. Es una de las grandes señas de la identidad europea. Creo que las elecciones alemanas han venido a decir que no nos desviemos de este rumbo. Allí la situación no es buena, qué duda cabe, pero Schröder ya estaba realizando desde hacía un par de años reformas que han comenzado a dar frutos visibles. Que las reformas sigan, han dicho los electores, que los cambios no se detengan, pero no cambiemos el modelo social, no dejemos que la sociedad se transforme de tal manera que, cualquier catástrofe natural o de otro tipo ponga de manifiesto las desigualdades sociales que se han hecho palpables en Estados Unidos tras la el paso del huracán Katrina.Un gobierno de gran coalición es probablemente el más viable y el que mejor puede interpretar los datos suministrados por la elección del domingo pasado. Reformar un modelo no es cambiarlo: es perfeccionarlo. El resultado alemán puede ser un interesante aviso para navegantes radicales. La vieja Europa es también la sabia Europa.
FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB
FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB
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