jueves, noviembre 03, 2005

DAVID BLUNKETT

PROBLEMAS PARA EL GOBIERNO BRITANICO
Blair pierde un pilar del nuevo laborismo El ministro Blunkett presenta la dimisión por un conflicto de intereses Blunkett asesoró indebidamente a empresas
La dimisión de David Blunkett, ministro de Trabajo y Pensiones, es síntoma de las turbulencias en el laborismo conforme la era Blair se acerca a su anunciado final. Prensa y oposición han perdido el miedo a un régimen que lo controlaba todo con mano de hierro, pero está dividido en la batalla por la sucesión.
RAFAEL RAMOS - 03/11/2005Corresponsal LONDRES"Mi Gobierno será más puro que la nieve", dijo Tony Blair cuando llegó al poder en 1997. Ocho años y medio después, los escándalos de dinero y conflicto de intereses le pasan factura, y un perfume agridulce con olor a decadencia flota en el aire húmedo de Downing Street. Ningún ejemplo mejor que la dimisión del ministro David Blunkett, su hombre de confianza y prototipo del nuevo laborismo. Blunkett, reemplazado por John Hutton en la delicada cartera de Trabajo y Pensiones, representa mejor que nadie la revolución que sacude la política británica mientras el premier prepara su salida del escenario. Viejo marxista que hacía ondear la bandera roja en el Ayuntamiento de Sheffield, ha evolucionado hasta abrazar las políticas económicas neoliberales, las privatizaciones thatcheristas y los recortes draconianos de las libertades civiles con el pretexto de combatir el terrorismo. Su lealtad incondicional a Blair se ha visto comprometida últimamente por la necesidad política de ganarse al canciller del Exchequer, Gordon Brown, próximo líder del partido. Para un régimen que va de moralista y quiere convertir Gran Bretaña en un Estado niñera, resulta incómodo que dos de sus principales figuras - Blunkett y el actual comisario de comercio de la Unión Europea, Peter Mandelson- hayan tenido que dimitir dos veces del Gabinete por abusar de su posición u obtener ganancias indebidas. La despedida de los tories del poder a mediados de los noventa estuvo marcada por tumultos sexuales, y el telón de la era Blair va cayendo a cámara lenta en medio de un goteo de críticas al oportunismo y la avaricia de personajes clave en el Gobierno y sus alrededores, incluida la primera dama, Cherie. La posición de Blunkett, personaje dickensiano y ministro invidente cuyo nombre llegó a sonar para los más elevados destinos, se volvió ayer insostenible tras revelarse que había aceptado un cargo como director no ejecutivo de una empresa en contra de las normas sobre conflicto de intereses, y que había comprado acciones de una compañía de ADN llamada Bioscience, que tiene tratos con el Gobierno, y cuyo valor se multiplicará por veinte (de 25.000 a medio millón de euros) en cuanto cotice en bolsa el año que viene. El episodio es el máximo exponente del declive de un New Labour enzarzado en una guerra interna de sucesión que va desde lo alto del Gabinete hasta el último concejal, todo ello en un entorno de creciente preocupación por el estado de la economía y la posible recuperación de los tories.Tras salir disparado del Gobierno el año pasado por tramitar un visado para la niñera filipina de su ex amante, Blunkett aceptó tres puestos remunerados en diversas empresas sin consultar con la comisión parlamentaria independiente que regula la materia (los ministros del Reino Unido deben obtener permiso para trabajar en el sector privado durante los dos años siguientes a su cese o dimisión). Y además lo hizo en plena campaña electoral, a sabiendas de que Blair contaba con él para un puesto de responsabilidad. En el caso de Blunkett, un hombre inteligente pero torturado, se combinan el sexo, el dinero y el poder como en un buen culebrón televisivo. Es el donjuán del gabinete, y sus líos amorosos llevan años dando carnaza a la prensa amarillista. Cliente habitual de la discoteca Anabel, ligó con una chica joven que acto seguido contó el romance a los periódicos a cambio de un talón. Se gastó una fortuna para intentar demostrar que eran suyos los dos hijos de su ex amante Kimberly Quinn, una mujer casada, con resultado positivo en el caso del mayor y negativo en el del pequeño. La única explicación a sus excesos financieros es que estaba arruinado por el conflicto legal sobre la paternidad. Ahora su ruina política es total. La gran contradricción del laborismo de Blair es que esta campaña de ley y orden va aderezada de escándalos financieros que le restan credibilidad. El dinero ha sido el punto débil de los laboristas desde su ascenso al poder en 19 97, y casi todos los conflictos han danzado entorno al signo de la libra esterlina. Blair ha cultivado al establishment, desde el magnate de las comunicaciones Rupert Murdoch hasta el rey de la fórmula uno, Bernie Ecclestone; ha aceptado vacaciones gratis y regalos de Berlusconi; ha permitido que su esposa Cherie cobrase importante sumas por pronunciar conferencias a organizaciones caritativas y promover libros, y que se desplace en un coche blindado a cargo de los contribuyentes, y ha tenido a ministros propensos al desenfreno y el abuso de su posición. Blunkett no es un caso aislado. Peter Mandelson, actual comisario de comercio de la Unión Europea, se vió también obligado a dimitir dos veces, la primera por aceptar un préstamo de un colega del gobierno para comprarse un piso, y la segunda por facilitar un pasaporte a Srichand Hinduja, importante empresario hindú donante del Labour. Pero la lección cayó en saco roto. El imperio Blair toca a su fin y la nieve política queda mancillada por el barro del mismo aburrimiento y los mismos escándalos que acabaron con los tories.
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