PEDRO AGUIRRE CERDA Y EL OLVIDO
Tragedia antigua*
Por Luís Sánchez Latorre (“Filebo”)
En medio de las grandes tragedias de la historia, aparecen unos individuos raros que le echan pelos a la leche o que sencillamente atizan la hoguera. El 5 de septiembre de 1938 se vio junto a los carabineros que sitiaban la torre del Seguro Obrero a un civil que, armado de una pistola, exhortaba a dar cuenta rápida de los estudiantes sublevados, todos, como se sabe, jóvenes militantes del Movimiento Nacional Socialista.
Bien se conoce que nada de lo ocurrió allí esa tarde quedó impune. En el dictamen del fiscal militar Ernesto Banderas Cañas, que llevó a cabo una amplia investigación sobre el caso, acerca de este civil, se consigna: “la actuación del individuo que voluntariamente se aprestó para cometer los delitos de homicidio comprobados, la califica esta Fiscalía como especialmente grave, por lo inconcebible que resulta que un hombre, ajeno a las prácticas militares, no familiarizado por consiguiente ni con el empleo de las armas ni con el medio en que actúan las fuerzas policiales, y sin obligación de ninguna naturaleza, haya podido proceder en la forma que se ha establecido.
En el volumen titulado “Masacre” (Ediciones Nuestramérica, 1988), escrito por Óscar Jiménez, José Antonio Salinas y Enrique Zorrilla como homenaje a los cincuenta años de la tragedia del Seguro Obrero, se dice que la justicia sólo pudo imponerse a medias en razón (no en virtud) de los hechos siguientes: a raíz del triunfo electoral de Pedro Aguirre Cerda por sólo 4.111 votos, victoria que habría sido imposible sin el apoyo postrero de las fuerzas ibañistas, el nuevo régimen debió dejar atrás la fisonomía netamente de izquierda con que realizó su campaña el Frente Popular. Buscó, por tal motivo, la forma de consolidarse, logrando el candidato electo -en primer término- el apoyo oficial del cuestionado Director General de Carabineros, e intentado, una vez en el poder, establecer lazos de acercamiento hacia los partidos de derecha que disponían, a la fecha, de una clara y peligrosa mayoría parlamentaria. El consenso tácito del equipo de gobierno y los partidos de derecha permitió tender un manto de olvido sobre la masacre del 5 de septiembre de 1938.
“Con estos entretelones y actuando con la macuquería tradicional de los viejos políticos, se crearon las condiciones para que en la Cámara de Diputados, con motivo del primer aniversario del crimen alevoso, un parlamentario radical socialista se expresara así: ‘La vieja oligarquía terminó su dramática historia: nosotros también queremos olvidar, y de aquel sombrío 5 de septiembre sólo queremos que la literatura ennoblecedora perpetúe su recuerdo y que, a la vez, nadie más se acuerde de los criminales que consumaron la tragedia, y un manto completo de olvido se levante entre ese negro pasado que nos dieron y el presente, lleno de magníficas realizaciones y esperanzas, que vivimos’.”.
Con fecha 10 de julio de 1940, por Decreto Supremo número 2.679, emanado del Ministerio de Justicia, el Presidente Aguirre Cerda procedió a indultar a todos los reos condenados por la Justicia Militar.
Filebo
Por Luís Sánchez Latorre (“Filebo”)
En medio de las grandes tragedias de la historia, aparecen unos individuos raros que le echan pelos a la leche o que sencillamente atizan la hoguera. El 5 de septiembre de 1938 se vio junto a los carabineros que sitiaban la torre del Seguro Obrero a un civil que, armado de una pistola, exhortaba a dar cuenta rápida de los estudiantes sublevados, todos, como se sabe, jóvenes militantes del Movimiento Nacional Socialista.
Bien se conoce que nada de lo ocurrió allí esa tarde quedó impune. En el dictamen del fiscal militar Ernesto Banderas Cañas, que llevó a cabo una amplia investigación sobre el caso, acerca de este civil, se consigna: “la actuación del individuo que voluntariamente se aprestó para cometer los delitos de homicidio comprobados, la califica esta Fiscalía como especialmente grave, por lo inconcebible que resulta que un hombre, ajeno a las prácticas militares, no familiarizado por consiguiente ni con el empleo de las armas ni con el medio en que actúan las fuerzas policiales, y sin obligación de ninguna naturaleza, haya podido proceder en la forma que se ha establecido.
En el volumen titulado “Masacre” (Ediciones Nuestramérica, 1988), escrito por Óscar Jiménez, José Antonio Salinas y Enrique Zorrilla como homenaje a los cincuenta años de la tragedia del Seguro Obrero, se dice que la justicia sólo pudo imponerse a medias en razón (no en virtud) de los hechos siguientes: a raíz del triunfo electoral de Pedro Aguirre Cerda por sólo 4.111 votos, victoria que habría sido imposible sin el apoyo postrero de las fuerzas ibañistas, el nuevo régimen debió dejar atrás la fisonomía netamente de izquierda con que realizó su campaña el Frente Popular. Buscó, por tal motivo, la forma de consolidarse, logrando el candidato electo -en primer término- el apoyo oficial del cuestionado Director General de Carabineros, e intentado, una vez en el poder, establecer lazos de acercamiento hacia los partidos de derecha que disponían, a la fecha, de una clara y peligrosa mayoría parlamentaria. El consenso tácito del equipo de gobierno y los partidos de derecha permitió tender un manto de olvido sobre la masacre del 5 de septiembre de 1938.
“Con estos entretelones y actuando con la macuquería tradicional de los viejos políticos, se crearon las condiciones para que en la Cámara de Diputados, con motivo del primer aniversario del crimen alevoso, un parlamentario radical socialista se expresara así: ‘La vieja oligarquía terminó su dramática historia: nosotros también queremos olvidar, y de aquel sombrío 5 de septiembre sólo queremos que la literatura ennoblecedora perpetúe su recuerdo y que, a la vez, nadie más se acuerde de los criminales que consumaron la tragedia, y un manto completo de olvido se levante entre ese negro pasado que nos dieron y el presente, lleno de magníficas realizaciones y esperanzas, que vivimos’.”.
Con fecha 10 de julio de 1940, por Decreto Supremo número 2.679, emanado del Ministerio de Justicia, el Presidente Aguirre Cerda procedió a indultar a todos los reos condenados por la Justicia Militar.
Filebo
* Artículo publicado originalmente en el diario Las Últimas Noticias, el Sábado 21 de Noviembre de 1998. Página 14.
1 Comments:
Gracias Neville.Muy interesante el artículo, más aún que desconocía esos entretelones:
Permite introducirse en el pozo profundo de la historia e intentar descubrir las intencionalidades de los actores políticos,lo que sin duda,invita a la reflexión.
No me queda claro -como al columnista-si el Decreto de indulto,fue en verdad una maniobra política de Pedro Aguirre o más bien fue producto de la firme voluntad de un hombre bueno de cubrir con un manto de olvido los lamentables hechos...
En este orden de materias es difícil determinar de manera categórica cual de los dos criterios se tuvo presente al firmar el decreto.
Sin ermbargo, la personalidad de Predro Aguiirre Cerda, de ese gran profesor de juventudes, estadista y líder político, hombre tolerante y fraternal, sencillo y transparente,sin rencores ni deseos de venganza, incluso contra sus peores enemigos, me inclino a pensar que su acción fue realizada por su deseo de dejar atras esos tristes hechos y dejar la sanción de esos miserabes al ojo recriminador de sus débiles conciencias.
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