SI NO LLEVAS TU NAVE...

Leyendo a Horacio
BALTASAR PORCEL - 22/03/2006 La Vanguardia de Barcelona

Lo que está ocurriendo en la política catalana puede ser considerado desde muchos puntos de vista. Uno de ellos, el de aquella oda que Horacio dedicó a Licinio: "... si no llevas tu nave al alto océano / y, si la prudencia te aconseja / temer las tempestades, no navegas / rozando los peligros de la costa. / Quien elige la dorada medianía/ está a salvo. Su casa no está sucia / ni se tambalea. Nadie envidia / su palacio...". Bien, ese Licinio seguramente fue un cónsul que conspiró contra Augusto, lo que le costó la vida. ¿Nos ocurre a nosotros algo parecido? Llevábamos una existencia colectiva en efecto de ambivalencias, eficacias, orden, mitos, que calificábamos de oasis catalán o de aurea mediocritas,la dorada medianía horaciana. Pero un día decidimos - ¡decidieron!- forzar la maquinaria electoral, gubernamental y conceptual para lanzarnos - ¡lanzarse!- con las velas y gallardetes al viento por los mares procelosos que han culminado en la tempestad estatutaria. E invocando para ello a esos dioses catalanistas que, como los paganos, tan reconfortantes resultan cuando la tranquilidad nos mece. Pero un tour de force,o sea, un gran esfuerzo para mover y conmover las cosas, una navegación por el alto océano,vino a tentarnos y nos exaltó. Y las costuras de todo estallaron, las nuestras y las generales, con lo que nos han avasallado los peligros,la suciedad,la envidia...Aunque atención: no se trata de que todo cuanto ha sido hecho y deshecho, voceado y callado, no debiera haber tenido lugar. No estamos ante una cuestión teórica ni ante una cartilla de derechos y deberes. La cuestión es otra: hemos actuado y lo hemos hecho de una manera, hemos partido del país, de nuestras vidas, del cuadro general, con la pretensión de desembocar en literalmente otra nación, en otro cuadro, pero el resultado ha sido el linchamiento, el traqueteo, lo grotesco. O, más fríamente, se han producido tres conclusiones: la política catalana no ha respondido al sentir general catalán y a sus necesidades mayúsculas, el país está en su mayoría estupefacto por un espectáculo que no entiende; la España eterna no acepta una pluralidad nacional y ni siquiera una descentralización económica, sino que se sigue constituyendo en imposición piramidal; en Madrid y en el Estado ya se sabe que la política catalana es débil, caótica y navajera, cuando se la creía homogénea, florentina y europea. Estamos moral y nacionalmente peor que ayer, pues. Aunque con una excepción: el nuevo Estatut mejora el anterior en la mayor parte de sus respectivos articulados. Pero hasta se lo patean el presidente de la Generalitat y su conseller de Governació.