sábado, octubre 20, 2007

TODOS ERAN COMUNISTAS ENTONCES: QUE IDIOTAS ERAMOS.





Sus temas y heroínas Una vida "literaturizada": El desencantado mundo de DORIS LESSING

Luis Vargas Saavedra
Foto:Efe
La reciente Premio Nobel ha evolucionado dejando atrás el comunismo juvenil ("todos eran comunistas entonces. ¡Qué idiotas éramos!") y el equiparamiento genérico ("La mujer es totalmente distinta del hombre"), con lo cual ha enfurecido a muchos. "No es de extrañar que mude de parecer esta mujer que ha vivido en la autenticidad y volviéndola literatura. Y aunque hoy descrea de la capacidad de provocar cambios mediante un libro, sus obras le han cambiado la vida a tanta gente que bien se merece el Premio Nobel", señala Vargas Saavedra.
LUIS VARGAS SAAVEDRA

Las palabras de los libros de Doris Lessing nos llevarán a un mundo labrado por temas recurrentes, obsesivos y cruciales: el comunismo, los animales, las mujeres. Sobre todo las mujeres, retratadas en su sicología, política, trabajo y relación con el hombre y con los hijos. Todo ello padecido y luchado en un agobiador ámbito machista-colonial-africano-inglés. No es una humanidad propicia ni acogedora. Leerla requiere fortaleza. Tanto fustiga las opresiones de una sociedad, que pudiera haberse empantanado en un panfletismo vehemente y machacón, y que sus personajes fueran altavoces o bajavoces de ideas políticas, fanáticos partidarios de una praxis feminista contra la represión. No sucede así porque Doris Lessing es una gran novelista y su arte prima sobre su ideología. Es fabuloso recorrer sus libros siguiéndole un equilibrismo que parece a punto de acabar en resbalón, en desplome a los cocodrilos y alacranes que la acechan debajo. Porque hay el riesgo de un simplismo emocional: sus heroínas se espejean y la espejean, o sea, se parecen y se le parecen, dentro de una misma novela e incluso hacia otras novelas, creando así una malla genética, una imbricación síquica. Articulan un parentesco. Tejen un clan.Todas proceden de la vida de Doris Lessing. De una vida literaturizada, como en las obras de Colette. (Hay novelistas que logran, y acaso deben, hacer de los capítulos de sus vidas, capítulos de sus novelas).Así el entorno del campo africano con sus árboles y pájaros, y el entorno del idioma inglés hablado en ese lejanísimo arrabal de Gran Bretaña, es el decorado escénico de sus cuentos y novelas. Pero sin exagerar su presencia, sin hacer odas a la flora y fauna. Controlando "el color local".Una bibliografía caudalosaDoris Lessing es persa por nacimiento en Kermanshah, y es sudafricana por infancia en Zimbabwe. Como si fuera una propicia martingala inventada por la Musa, enfermó de un ojo y tuvo que dejar el colegio a los 14 años, y "matricularse" en la gran literatura rusa, gala e inglesa del novelero siglo dieciocho.El imán editorial de Londres la atrajo. Allá triunfó con The Grass is Singing (Canta la hierba, Bruguera, $12.000), lírico título que recuerda The Harp of Grass, de Truman Capote.Su bibliografía es caudalosa, incluye cuentos, ensayos y ciencia-ficción. Me falta leerle A Small Personal Voice, en que ella misma analiza su propia obra.La obra que se le considera emblemática es el quinteto Children of Violence. Con el panache, el brío y alcance de esas formidables novelas del siglo dieciocho que fueron su escuela ficcional, ha tallado la saga íntima de Martha Quest (Quest significa "búsqueda"). La acompañamos en el despertar sexual lejos del encierro campestre; en el fracaso matrimonial cuando abandona al marido y a su hija; en la insatisfacción surtida y la decepción hasta "metafísica" ante la política; en la separación de la praxis y del África y finalmente en el análisis de sí misma, incesante e implacable, que desemboca en una visión apocalíptica.Aunque The Golden Notebook (El cuaderno dorado) es la obra que la enmarcó como feminista porque despliega y ahonda en la índole de la mujer, en la casi tiranía de su cuerpo sobre su siquis, a mí me ha fascinado más por su exploramiento de las estructuras o diseños, que configuran el arte y la sociedad. ¿Qué figuras asumen? ¿Rombos, arabescos, zigzagues? Además me parece más interesante su estudio de los derechos vitales de cualquier ser, sea cual fuere su sexo, dentro de una comunidad. Es que ya da hastío el campaneado "género".También resulta de mayor interés y aplicación el tema que surge en sus últimas obras: cómo intentar resistir a la invasiva cultura global.Entre los cuentos, "Flight" es de una sencillez y eficacia, la eficacia de su sencillez, magistral. Es de esos cuentos perfectos que parecen ser el fruto de muchas novelas, y que por su intrínseca brevedad, las aventaja. Comentar tan solo que mediante el vínculo y poder de un abuelo respecto de su nieta ennoviada, y simbolizándolo todo en unas palomas y una puerta, nos cuenta el proceso de soltar la paloma-nieta, y madurar aceptando su partida. La resignación del abuelo no es frustrante ni dolorosa, más bien es maduro estoicismo, al entender que así obra la vida. Morbo y crueldad No nos quedemos, eso no, con una versión bucólica o mansa del mundo ficcional de Doris Lessing. Hay que equilibrarla o sazonarla con su lado sombrío. Morboso. Cruel. Descarnado. Tengo que referirme a su ciencia-ficción The Cleft. ("La hendidura," alusión a la mordaz y picante frase de Isabel I: "Excelencias, si yo hubiera nacido con cresta y no con hendidura, ustedes no me tratarían así").Un viejo senador romano se despide de su vida recontándonos el Génesis, es decir las Clefts. Una antigua tribu de mujeres que viven en una costa salvaje a horcajada en un valle a la sombra de una gran montaña. Las Clefts se embarazan sin hombre y alumbran solo hijas, hasta que en ese mundo omnifemenino nace un monstruo, es decir, un niñito. Y nacen otros más. Sobrevienen las tragedias. Las madres mutilan a los recién nacidos varones. Una muchacha que escapa de ese gineceo es violada por una banda.En una entrevista de la BBC, Doris Lessing declaró que los hombres habían sido introducidos en el mundo solo para punzar la pereza de las mujeres. Tal sería la función del cromosoma Y. Los considera una especie azarosa pues siempre tienen que ser atendidos y se mueren de una manera demasiado fácil. Sin embargo, no le gustaría vivir con las Cleft. Ahora, de 87 años, Doris Lessing ha evolucionado dejando atrás el comunismo juvenil ("todos eran comunistas entonces. ¡Qué idiotas éramos!") y el equiparamiento genérico ("La mujer es totalmente distinta del hombre"), con lo cual ha enfurecido a muchos. No es de extrañar que mude de parecer esta mujer que ha vivido en la autenticidad y volviéndola literatura. Y aunque hoy descrea de la capacidad de provocar cambios en el mundo mediante un libro, y, aun más, en la razón de querer incitarlo, sus obras le han cambiado la vida a tanta gente que bien se merece el Premio Nobel.

EN INTERNET

Para quien quiera oírla: http://news.bbc.co.uk/1/hi/Coetzee: un Nobel sobre otro Nobel "Lessing nunca ha sido una gran estilista. Escribe demasiado rápidamente, y no poda lo suficiente el texto. En las tres primeras novelas de Martha Quest, o al menos en buena parte de ellas, se nota el peso no sólo de un lenguaje prosaico, sino también de una concepción poco imaginativa de la forma novelística. El problema se agrava en el caso de la heroína pasiva de Lessing, insatisfecha con la vida pero incapaz de tomar las riendas de su destino para darle sentido. Aunque estas novelas no han envejecido bien, al menos atestiguan la enorme ambición de su autora: la ambición de escribir una novela de formación en la que siga el progreso de una voluntad individual dentro de un amplio contexto histórico y social"."A partir de la publicación de El cuaderno dorado, en 1962, Lessing mantuvo una relación incómoda con el movimiento feminista, que reivindicaba ese libro como documento fundador, y una relación claramente hostil con los círculos académicos, que atribuían a su libro la condición de prototipo de la novela posmoderna. Ha mantenido una cautelosa distancia con sus discípulas feministas más entusiastas, y ha desdeñado a los críticos literarios, a los que considera pulgas adosadas a la espalda de los escritores. Por otra parte, las feministas (Adrienne Rich, entre otras) la han atacado por haber fracasado en la concepción de una política autónoma, y la academia lo ha hecho por tratar de controlar la interpretación de sus libros en vez de permitir que surgieran productos derivados de ellos en el espacio textual" (Comentarios de Coetzee en "Costas Extrañas").En Revista de Libros"Con el tiempo, los temas de la prosista británica se han encaminado por sendas muy variadas, a veces contradictorias, como ocurre, por ejemplo, en la colosal serie de ciencia ficción Canopus en Argos: Archivos. Junto a Muriel Spark e Iris Murdoch, Lessing conforma el trío de autoras inglesas más importante en los pasados 50 años, unidas, todas ellas, por el apego a estructuras clásicas, lo que las ha popularizado, así como por el valor de sus relatos, obteniendo una vasta acogida crítica. No obstante, Lessing es demasiado prolífica y, salvo para sus fanáticos, quienes leen todo lo que publica, ha caído, de modo inevitable, en deslices o de frentón en títulos prescindibles, tales como 'El quinto hijo' o 'El sueño más dulce', en los que parecía haber perdido el vigor y la garra que expresó desde los '50 en adelante". Camilo Marks, crítica de "Las abuelas", 24 de diciembre, 2004."Hay que hablar de la franqueza de Doris Lessing, de su humor, de su observación psicológica, de su realismo; de su capacidad de incluir zonas silenciadas de las experiencias personales y familiares; de la vivacidad de la ambientación, el movimiento de las escenas y de las personas; de la estructura de oposiciones entre personajes, que se revela, una vez que la lectura ha terminado, como una repetición con variaciones, como un análisis de dos posibilidades opuestas en el desarrollo de una situación semejante; de la fuerza de sus imágenes psicoanalíticas, en fin".

Adriana Valdés, crítica de "Love again", 25 de octubre, 1997. "Ella está lejos de ser una costumbrista o una pintora de ambientes y paisajes. La antropología y la psicología son disciplinas que cuadran mejor con su vocación. Pero no se asuste el lector: esta inteligente escritora no da lecciones, ni siquiera lo pretende. Posee un fino arte de crear personajes y hacerlos vivir frente al lector, llenos de fuerza y de verosimilitud". Hernán Poblete Varas, crítica de "Cuentos africanos", 4 de agosto, 1991. "Profunda conocedora de sí misma y de sus no siempre luminosas potencialidades, el ser femenino se abre en las páginas de Lessing no como un armónico abanico, ni tampoco como diáfana vitrina donde cada cosa se expone siguiendo un orden. Por el contrario. Haciendo gala de una curiosa mezcla de fe en su instinto y escepticismo frente a las posibilidades reales de los recursos de que dispone, Lessing va produciendo un continuum de chispazos y sombras en cuyo relieve se manifiesta esa peculiar manera de situarse en el mundo que es, sin duda, la de su propio sexo".

Ana María Larraín, crítica de "Un hombre y dos mujeres", 8 de octubre. La extinción del hombre cultoDORIS LESSINGÉrase una vez un tiempo -y parece muy lejano ya- en el que existía una figura respetada, la persona culta. Él -solía ser él, pero con el tiempo pasó a ser cada vez más ella- recibía una educación que difería poco de un país a otro -me refiero por supuesto a Europa-, pero que era muy distinta a lo que conocemos hoy. William Hazlitt, nuestro gran ensayista, fue a una escuela a finales del siglo XVIII cuyo plan de estudios era cuatro veces más completo que el de una escuela equiparable de ahora: una amalgama de los principios básicos de la lengua, el derecho, el arte, la religión y las matemáticas. Se daba por sentado que esta educación, ya de por sí densa y profunda, sólo era una faceta del desarrollo personal, ya que se esperaba de los alumnos que leyesen, y así lo hacían.Este tipo de educación, la educación humanista, está desapareciendo. Cada vez más, los gobiernos -entre ellos, el británico- animan a los ciudadanos a adquirir conocimientos profesionales, mientras no se considera útil para la sociedad moderna la educación entendida como el desarrollo integral de la persona.La educación de antaño habría contemplado la literatura e historia griegas y latinas, y la Biblia, como la base para todo lo demás. Él -o ella- leía a los clásicos de su propio país, tal vez a uno o dos de Asia, y a los más conocidos escritores de otros países europeos, a Goethe, a Shakespeare, a Cervantes, a los grandes rusos, a Rousseau. Una persona culta de Argentina se reunía con alguien similar de España, uno de San Petersburgo se reunía con su homólogo en Noruega, un viajero de Francia pasaba tiempo con otro de Gran Bretaña, y se comprendían, compartían una cultura, podían referirse a los mismos libros, obras de teatro, poemas, cuadros, que formaban un entramado de referencias e informaciones que eran como la historia compartida de lo mejor que la mente humana había pensado, dicho y escrito. Esto ya no existe. El griego y el latín están desapareciendo. En muchos países la Biblia y la religión ya no se estudian. (...) Hay un nuevo tipo de persona culta, que pasa por el colegio y la universidad durante veinte, veinticinco años, que sabe todo sobre una materia -la informática, el derecho, la economía, la política-, pero que no sabe nada de otras cosas, nada de literatura, arte, historia, y quizá se le oiga preguntar: "Pero, entonces, ¿qué fue el Renacimiento?" o "¿qué fue la Revolución Francesa?".Hasta hace cincuenta años a alguien así se le habría considerado un bárbaro. Haber recibido una educación sin nada de la antigua base humanista: imposible. Llamarse culto sin un fondo de lectura: imposible.Durante siglos se respetaron y se apreciaron la lectura, los libros, la cultura literaria. La lectura era -y sigue siendo en lo que llamamos el Tercer Mundo- una especie de educación paralela, que todo el mundo poseía o aspiraba a poseer. Les leían a las monjas y monjes en sus conventos y monasterios, a los aristócratas durante la comida, a las mujeres en los telares o mientras hacían costura, y la gente humilde, aunque sólo dispusiera de una Biblia, respetaba a los que leían. En Gran Bretaña, hasta hace poco, los sindicatos y movimientos obreros luchaban por tener bibliotecas, y quizás el mejor ejemplo del omnipresente amor a la lectura es el de los trabajadores de las fábricas de tabaco y cigarros de Cuba, cuyos sindicatos exigían que se leyera a los trabajadores mientras realizaban su labor. Los mismos trabajadores escogían los textos, e incluían la política y la historia, las novelas y la poesía. Uno de sus libros favoritos era El Conde de Montecristo. Un grupo de trabajadores escribió a Dumas pidiendo permiso para emplear el nombre de su héroe en uno de los cigarros.(...) Vivimos en una cultura que rápidamente se está fragmentando. Quedan parcelas de la excelencia de antaño en alguna universidad, alguna escuela, en el aula de algún profesor anticuado enamorado de los libros, quizás en algún periódico o revista. Pero ha desaparecido la cultura que una vez unió a Europa y sus vástagos de ultramar.
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