EN CHILE
Las incansables y fracasadas gestiones de Simon Wiesenthal por la extradición de Walter Rauff desde Chile
La misión imposible de Wiesenthal
Por casi un cuarto de siglo, el cazanazis -fallecido el martes pasado en Austria- no consiguió que ningún gobierno chileno extraditara al creador de los "camiones de la muerte", quien vivió en total libertad entre 1958 y 1984, cuando murió de un ataque cardíaco en su casa. En 1983, en uno de los episodios más desconocidos de sus persistentes intentos por lograr la extradición de Rauff, Wiesenthal logró que el Presidente norteamericano Ronald Reagan se involucrara personalmente en el tema y se aliara con Alemania Occidental para presionar a Chile.
Pamela Gutiérrez
Fecha edición: 25-09-2005
Simon Wiesenthal muestra la fotografía de Walther Rauff y la creación de éste, las cámaras de gases rodantes, llamadas también "los camiones de la muerte", en las que fueron asesinados 97.000 judíos, según lo estableció el juicio de Nuremberg.
Homenaje en Viena En 1999, el gobierno chileno decidió otorgar la condecoración Orden de Bernardo O´Higgins a Simon Wiesenthal por su labor en favor de los derechos humanos. El homenaje fue entregado por el entonces embajador de Chile en Austria, Osvaldo Puccio, actual vocero de La Moneda.
"El único valor de mi trabajo de casi cinco décadas es advertir a los asesinos del mañana que nunca tendrán descanso". Así solía resumir su misión Simon Wiesenthal, el recientemente fallecido cazanazis.
Su incansable labor permitió llevar a tribunales a 1.100 criminales de la Segunda Guerra Mundial que, tras la derrota de Hitler en 1945, se dispersaron por el mundo cambiando sus identidades y escondiéndose en lugares recónditos.
Tal fue el caso del teniente coronel Walter Rauff, considerado el constructor de los "camiones de la muerte", donde fueron asesinados 97.000 judíos, quien escogió la lejana región de Magallanes para escapar de la justicia.
Para Wiesenthal, quien murió el pasado martes en Viena, la persecución de Rauff fue una de sus principales obsesiones, y quizás la peor de sus frustraciones. "El estuvo conectado con lo que pasaba en Sudamérica con la llegada de los criminales de guerra a la región y, en el caso de Chile, la causa que más le preocupaba era la de Rauff", explicó a La Tercera Sergio Widder, vocero del Centro Wiesenthal de Buenos Aires.
Widder se refiere al hecho de que el fugitivo nazi logró vivir en Chile en total libertad durante 26 años (entre 1958 y 1984), sin que ninguno de los sucesivos gobiernos de la época lo entregaran a la justicia alemana para ser juzgado por los crímenes del genocidio.
La negativa de la Corte Suprema chilena de dar la extradición a Alemania en 1963 bajo el mandato de Jorge Alessandri, la mantención de esta situación con Eduardo Frei Montalva, el no de Salvador Allende en 1972 a una solicitud de reabrir el caso y la misma respuesta de Augusto Pinochet en 1983, marcaron a Wiesenthal. Pero quienes lo conocieron aseguran que nunca se rindió, al punto de haber pedido al Presidente norteamericano Ronald Reagan, que presionara a Chile para que, en 1983, el gobierno entregara a Rauff.
Ese episodio sí surtió efecto y Wiesenthal logró que Reagan interviniera personalmente enviando un emisario a Alemania Occidental en diciembre de 1983, y se coordinara con ese país para presionar a Chile.
Esa operación, oculta por años, fue revelada en mayo del año pasado, cuando Richard Breitman y otros historiadores publicaron una serie de archivos secretos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) sobre los crímenes de la Segunda Guerra Mundial.
Las reiteradas negativas
Rauff había llegado a Chile con una identidad falsa en 1958 y vivía en Magallanes junto a su familia. Detectado en diciembre de 1962, la justicia alemana pidió de inmediato la extradición del fugitivo. En febrero de 1963 la Corte Suprema falló a favor de Rauff, diciendo que los crímenes por los cuales lo acusaban habían prescrito en 1959, según las leyes chilenas. Además, alegaban que el individuo no había causado problemas en el país y que era un próspero empresario en el sur de Chile.
Al ser detenido en el inicio de ese proceso judicial, Rauff negó haber participado en el genocidio: "Cierto es que pertenecí al Ejército alemán e hice la guerra, pero yo era marino (...). Nada tengo que ver con matanza alguna de judíos". Nunca más volvió a hablar del tema y se refugió en el anonimato.
En 1972 y 1973, Wiesenthal escribió dos cartas al Presidente Allende pensando que esta vez su petición sería oída. Sólo la primera fue contestada, con el argumento de que la justicia ya se había pronunciado. Según el historiador Víctor Farías, la respuesta de Allende lo decepcionó mucho.
Pero el cazanazi perseveró.
El 12 de abril de 1983 envió una carta al Presidente de Estados Unidos Ronald Reagan, pidiéndole que presionara al gobierno de Augusto Pinochet para lograr la extradición. "Su intervención tendrá significación no sólo para los sobrevivientes de la conflagración, sino también para los millones de víctimas del nazismo en el mundo. Significará que los ideales de la libertad que motivaron la derrota de la Alemania nazi por las Fuerzas Armadas de Estados Unidos no están dormidos", decía el telegrama.
El rabino Abraham Cooper, estrecho colaborador de Wiesenthal y testigo directo de las gestiones, explicó a La Tercera este episodio. "Las relaciones con los gobiernos de Estados Unidos, en el tiempo de la Guerra Fría, eran complejas, y francamente las opciones eran mucho más limitadas, dado que había decaído el interés por perseguir a los nazis. Sin embargo, la excepción fue con Reagan, quien era un profundo admirador del señor Wiesenthal", dijo desde Israel, donde el viernes se realizaron sus funerales.
Archivos de la CIA
A pesar de que el rabino aseguró que nunca obtuvieron una respuesta formal del gobierno norteamericano a su petición, el hecho es que secretamente sí hubo gestiones para presionar al gobierno chileno.
En los archivos de la CIA se indica que el consejero del Departamento de Estado, Donald Kobliz, visitó Alemania Occidental en diciembre de 1983 para asegurarse que ese país todavía estaba interesado en perseguir a Rauff. "El fiscal estatal de Hannover, la ciudad natal de Rauff, estaba impaciente de continuar con el caso. El aseguró que la oposición (chilena) a la extradición era una decisión enteramente política".
Estados Unidos y el gobierno alemán tuvieron una serie de encuentros diplomáticos secretos para ver la mejor forma de presionar al gobierno chileno.
Kobliz también se reunió con el jefe de la sección internacional del Ministerio de Justicia de Alemania Occidental, Wolfang Walter. "Walter calificó el caso Rauff como uno de los más importantes casos de crímines de guerra para Alemania Occidental. Si Estados Unidos quería presionar al gobierno de Pinochet, Bonn (entonces capital alemana) cooperaría con entusiasmo. Walter consideraba que Estados Unidos era el único país que podía influir en Chile para deportar a Rauff".
Sin embargo, hubo un hecho que entorpeció las gestiones: la aparición en Chile de la "cazadora de nazis" Beate Klarsfeld, quien en febrero de 1984 hizo una "funa" frente a la casa de Rauff en la comuna de Las Condes y fue arrestada dos veces.
Coincidencias
La protesta de la mujer coincidió con el paso por Chile del director de Asuntos Exteriores de Israel, David Kimche, y con la aprobación de una resolución del Parlamento Europeo que llamaba a Chile a entregar a Rauff.
En este escenario el gobierno de EE.UU. pensó que estos hechos podían ser interpretados como una campaña internacional en contra del gobierno de Pinochet.
A raíz de esto, el entonces ministro de Relaciones Exteriores chileno, Jaime del Valle, se quejó públicamente de que el caso Rauff se había transformado en una causa política para acusar al gobierno de rehusarse a actuar en contra de un individuo sindicado como criminal de guerra.
Para apaciguar los ánimos, el embajador norteamericano James D. Theberge aconsejó a su gobierno no presionar por el caso Rauff, "porque podía dañar los intereses norteamericanos en Chile".
Alemania Occidental, alentada por el apoyo norteamericano, inició sus propias gestiones. A fines de febrero de 1984 el embajador de ese país, Hermann Holtzheimer, se comunicó con Mario Barros, director general de Extranjería, y le pidió directamente la expulsión de Rauff. La respuesta de Barros fue negativa.
En esa época, según constan en los archivos, Del Valle calificó el apoyo norteamericano a los alemanes como "desconcertante, ilógico, inaceptable y absurdo". El argumento de Pinochet -al igual que Allende- fue que en 1963 la Corte Suprema había rechazado la extradición.
Los últimos meses
Pese a los reiterados fracasos, Wiesenthal agradeció personalmente a Reagan en febrero de 1984. "Fue una abrumadora reunión que duró más de una hora", recordó el rabino Cooper.
"Rauff no ha hecho nada en Chile como para considerarlo indeseable. El vive... en su cárcel privada... la cárcel de su conciencia", fueron las palabras de Pinochet sobre el tema, en una entrevista publicada por la revista Newsweek el 19 de marzo de 1984.
Rauff murió el 14 de mayo de 1984 de un ataque al corazón.
La defensa del hijo de Walter Rauff
Alfred Rauff, hijo de Walter Rauff y quien vive en Costa Rica desde la década del 70, señaló a La Tercera que "Wiesenthal no hizo nada para obtener la extradición de mi padre, sino que fue el gobierno alemán. Si ellos consideraban que procedía la extradición, allá ellos. La Corte Suprema fue clara en ese sentido. A Wiesenthal ni siquiera le interesaba", dijo desde San José de Costa Rica.
Consultado sobre las acusaciones de Wiesenthal en contra de su padre, al que buscaban como genocida, respondió: "Punto uno, no me consta. Punto dos, nunca hablamos de eso. Punto tres, también dicen de otra gente muchas cosas. No tengo nada que ver. Es mi padre y lo va a seguir siendo toda la vida".
Walter Rauff murió de un ataque al corazón el 14 de mayo de 1984 en su casa de Las Condes.
Walther Rauff, Coronel miembro de las SS
Vida militar: Nació en Hannover en 1906. En 1938 se incorporó a las SS del gobierno alemán."Camiones de la muerte'': fue el creador de estos vehículos, que eran cámaras de gases ambulantes. Entre octubre de 1941 y junio de 1942, 97.000 judíos murieron en esas máquinas, según se estableció en el juicio de Nuremberg.Fugitivo: En 1945 huyó a Italia y en 1948 llegó a Siria. Al año siguiente se refugió en Ecuador y el 58 llegó a Chile.Vida en Chile: Rauff había estado en nuestro país a la edad de 19 años, en 1925. Regresó a radicarse en 1958 y se estableció en Magallanes y Santiago.
La misión imposible de Wiesenthal
Por casi un cuarto de siglo, el cazanazis -fallecido el martes pasado en Austria- no consiguió que ningún gobierno chileno extraditara al creador de los "camiones de la muerte", quien vivió en total libertad entre 1958 y 1984, cuando murió de un ataque cardíaco en su casa. En 1983, en uno de los episodios más desconocidos de sus persistentes intentos por lograr la extradición de Rauff, Wiesenthal logró que el Presidente norteamericano Ronald Reagan se involucrara personalmente en el tema y se aliara con Alemania Occidental para presionar a Chile.
Pamela Gutiérrez
Fecha edición: 25-09-2005
Simon Wiesenthal muestra la fotografía de Walther Rauff y la creación de éste, las cámaras de gases rodantes, llamadas también "los camiones de la muerte", en las que fueron asesinados 97.000 judíos, según lo estableció el juicio de Nuremberg.
Homenaje en Viena En 1999, el gobierno chileno decidió otorgar la condecoración Orden de Bernardo O´Higgins a Simon Wiesenthal por su labor en favor de los derechos humanos. El homenaje fue entregado por el entonces embajador de Chile en Austria, Osvaldo Puccio, actual vocero de La Moneda.
"El único valor de mi trabajo de casi cinco décadas es advertir a los asesinos del mañana que nunca tendrán descanso". Así solía resumir su misión Simon Wiesenthal, el recientemente fallecido cazanazis.
Su incansable labor permitió llevar a tribunales a 1.100 criminales de la Segunda Guerra Mundial que, tras la derrota de Hitler en 1945, se dispersaron por el mundo cambiando sus identidades y escondiéndose en lugares recónditos.
Tal fue el caso del teniente coronel Walter Rauff, considerado el constructor de los "camiones de la muerte", donde fueron asesinados 97.000 judíos, quien escogió la lejana región de Magallanes para escapar de la justicia.
Para Wiesenthal, quien murió el pasado martes en Viena, la persecución de Rauff fue una de sus principales obsesiones, y quizás la peor de sus frustraciones. "El estuvo conectado con lo que pasaba en Sudamérica con la llegada de los criminales de guerra a la región y, en el caso de Chile, la causa que más le preocupaba era la de Rauff", explicó a La Tercera Sergio Widder, vocero del Centro Wiesenthal de Buenos Aires.
Widder se refiere al hecho de que el fugitivo nazi logró vivir en Chile en total libertad durante 26 años (entre 1958 y 1984), sin que ninguno de los sucesivos gobiernos de la época lo entregaran a la justicia alemana para ser juzgado por los crímenes del genocidio.
La negativa de la Corte Suprema chilena de dar la extradición a Alemania en 1963 bajo el mandato de Jorge Alessandri, la mantención de esta situación con Eduardo Frei Montalva, el no de Salvador Allende en 1972 a una solicitud de reabrir el caso y la misma respuesta de Augusto Pinochet en 1983, marcaron a Wiesenthal. Pero quienes lo conocieron aseguran que nunca se rindió, al punto de haber pedido al Presidente norteamericano Ronald Reagan, que presionara a Chile para que, en 1983, el gobierno entregara a Rauff.
Ese episodio sí surtió efecto y Wiesenthal logró que Reagan interviniera personalmente enviando un emisario a Alemania Occidental en diciembre de 1983, y se coordinara con ese país para presionar a Chile.
Esa operación, oculta por años, fue revelada en mayo del año pasado, cuando Richard Breitman y otros historiadores publicaron una serie de archivos secretos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) sobre los crímenes de la Segunda Guerra Mundial.
Las reiteradas negativas
Rauff había llegado a Chile con una identidad falsa en 1958 y vivía en Magallanes junto a su familia. Detectado en diciembre de 1962, la justicia alemana pidió de inmediato la extradición del fugitivo. En febrero de 1963 la Corte Suprema falló a favor de Rauff, diciendo que los crímenes por los cuales lo acusaban habían prescrito en 1959, según las leyes chilenas. Además, alegaban que el individuo no había causado problemas en el país y que era un próspero empresario en el sur de Chile.
Al ser detenido en el inicio de ese proceso judicial, Rauff negó haber participado en el genocidio: "Cierto es que pertenecí al Ejército alemán e hice la guerra, pero yo era marino (...). Nada tengo que ver con matanza alguna de judíos". Nunca más volvió a hablar del tema y se refugió en el anonimato.
En 1972 y 1973, Wiesenthal escribió dos cartas al Presidente Allende pensando que esta vez su petición sería oída. Sólo la primera fue contestada, con el argumento de que la justicia ya se había pronunciado. Según el historiador Víctor Farías, la respuesta de Allende lo decepcionó mucho.
Pero el cazanazi perseveró.
El 12 de abril de 1983 envió una carta al Presidente de Estados Unidos Ronald Reagan, pidiéndole que presionara al gobierno de Augusto Pinochet para lograr la extradición. "Su intervención tendrá significación no sólo para los sobrevivientes de la conflagración, sino también para los millones de víctimas del nazismo en el mundo. Significará que los ideales de la libertad que motivaron la derrota de la Alemania nazi por las Fuerzas Armadas de Estados Unidos no están dormidos", decía el telegrama.
El rabino Abraham Cooper, estrecho colaborador de Wiesenthal y testigo directo de las gestiones, explicó a La Tercera este episodio. "Las relaciones con los gobiernos de Estados Unidos, en el tiempo de la Guerra Fría, eran complejas, y francamente las opciones eran mucho más limitadas, dado que había decaído el interés por perseguir a los nazis. Sin embargo, la excepción fue con Reagan, quien era un profundo admirador del señor Wiesenthal", dijo desde Israel, donde el viernes se realizaron sus funerales.
Archivos de la CIA
A pesar de que el rabino aseguró que nunca obtuvieron una respuesta formal del gobierno norteamericano a su petición, el hecho es que secretamente sí hubo gestiones para presionar al gobierno chileno.
En los archivos de la CIA se indica que el consejero del Departamento de Estado, Donald Kobliz, visitó Alemania Occidental en diciembre de 1983 para asegurarse que ese país todavía estaba interesado en perseguir a Rauff. "El fiscal estatal de Hannover, la ciudad natal de Rauff, estaba impaciente de continuar con el caso. El aseguró que la oposición (chilena) a la extradición era una decisión enteramente política".
Estados Unidos y el gobierno alemán tuvieron una serie de encuentros diplomáticos secretos para ver la mejor forma de presionar al gobierno chileno.
Kobliz también se reunió con el jefe de la sección internacional del Ministerio de Justicia de Alemania Occidental, Wolfang Walter. "Walter calificó el caso Rauff como uno de los más importantes casos de crímines de guerra para Alemania Occidental. Si Estados Unidos quería presionar al gobierno de Pinochet, Bonn (entonces capital alemana) cooperaría con entusiasmo. Walter consideraba que Estados Unidos era el único país que podía influir en Chile para deportar a Rauff".
Sin embargo, hubo un hecho que entorpeció las gestiones: la aparición en Chile de la "cazadora de nazis" Beate Klarsfeld, quien en febrero de 1984 hizo una "funa" frente a la casa de Rauff en la comuna de Las Condes y fue arrestada dos veces.
Coincidencias
La protesta de la mujer coincidió con el paso por Chile del director de Asuntos Exteriores de Israel, David Kimche, y con la aprobación de una resolución del Parlamento Europeo que llamaba a Chile a entregar a Rauff.
En este escenario el gobierno de EE.UU. pensó que estos hechos podían ser interpretados como una campaña internacional en contra del gobierno de Pinochet.
A raíz de esto, el entonces ministro de Relaciones Exteriores chileno, Jaime del Valle, se quejó públicamente de que el caso Rauff se había transformado en una causa política para acusar al gobierno de rehusarse a actuar en contra de un individuo sindicado como criminal de guerra.
Para apaciguar los ánimos, el embajador norteamericano James D. Theberge aconsejó a su gobierno no presionar por el caso Rauff, "porque podía dañar los intereses norteamericanos en Chile".
Alemania Occidental, alentada por el apoyo norteamericano, inició sus propias gestiones. A fines de febrero de 1984 el embajador de ese país, Hermann Holtzheimer, se comunicó con Mario Barros, director general de Extranjería, y le pidió directamente la expulsión de Rauff. La respuesta de Barros fue negativa.
En esa época, según constan en los archivos, Del Valle calificó el apoyo norteamericano a los alemanes como "desconcertante, ilógico, inaceptable y absurdo". El argumento de Pinochet -al igual que Allende- fue que en 1963 la Corte Suprema había rechazado la extradición.
Los últimos meses
Pese a los reiterados fracasos, Wiesenthal agradeció personalmente a Reagan en febrero de 1984. "Fue una abrumadora reunión que duró más de una hora", recordó el rabino Cooper.
"Rauff no ha hecho nada en Chile como para considerarlo indeseable. El vive... en su cárcel privada... la cárcel de su conciencia", fueron las palabras de Pinochet sobre el tema, en una entrevista publicada por la revista Newsweek el 19 de marzo de 1984.
Rauff murió el 14 de mayo de 1984 de un ataque al corazón.
La defensa del hijo de Walter Rauff
Alfred Rauff, hijo de Walter Rauff y quien vive en Costa Rica desde la década del 70, señaló a La Tercera que "Wiesenthal no hizo nada para obtener la extradición de mi padre, sino que fue el gobierno alemán. Si ellos consideraban que procedía la extradición, allá ellos. La Corte Suprema fue clara en ese sentido. A Wiesenthal ni siquiera le interesaba", dijo desde San José de Costa Rica.
Consultado sobre las acusaciones de Wiesenthal en contra de su padre, al que buscaban como genocida, respondió: "Punto uno, no me consta. Punto dos, nunca hablamos de eso. Punto tres, también dicen de otra gente muchas cosas. No tengo nada que ver. Es mi padre y lo va a seguir siendo toda la vida".
Walter Rauff murió de un ataque al corazón el 14 de mayo de 1984 en su casa de Las Condes.
Walther Rauff, Coronel miembro de las SS
Vida militar: Nació en Hannover en 1906. En 1938 se incorporó a las SS del gobierno alemán."Camiones de la muerte'': fue el creador de estos vehículos, que eran cámaras de gases ambulantes. Entre octubre de 1941 y junio de 1942, 97.000 judíos murieron en esas máquinas, según se estableció en el juicio de Nuremberg.Fugitivo: En 1945 huyó a Italia y en 1948 llegó a Siria. Al año siguiente se refugió en Ecuador y el 58 llegó a Chile.Vida en Chile: Rauff había estado en nuestro país a la edad de 19 años, en 1925. Regresó a radicarse en 1958 y se estableció en Magallanes y Santiago.
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