LA VECINA CHILENA
Michelle Bachelet y sus vecinos
HAY QUE CAMBIAR LA estrategia diplomática hacia Bolivia y Perú para armonizar las agendas del futuro y superar los recelos del pasado
JOSÉ RODRÍGUEZ ELIZONDO - 14/03/2006 La Vanguardia de Barcelona
HAY QUE CAMBIAR LA estrategia diplomática hacia Bolivia y Perú para armonizar las agendas del futuro y superar los recelos del pasado
JOSÉ RODRÍGUEZ ELIZONDO - 14/03/2006 La Vanguardia de Barcelona
La experiencia dice que el perfil geopolítico de Chile no garantiza un apacible pasar y que su imagen nacional acusa un déficit de cariño, en América Latina. Dado que algún conflicto, con algún vecino, suele estar en su horizonte, en Bolivia y Perú acuñaron la imagen de "el Israel de América del Sur". Eso, que es preocupante para quienes conocemos la realidad del Medio Oriente, implica que los periodos de bonanza son raros. Uno de esos periodos se produjo bajo el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, predecesor de Ricardo Lagos. Según el chileno José Miguel Insulza, actual líder de la OEA, entonces se logró "el nivel más alto de la historia" en las relaciones con los países vecinos. Quizás por no profundizar en ese momento y creer que tal bonanza era irreversible, en el corto plazo el fantasma del aislamiento nos volvió a espantar a los chilenos. El boliviano Carlos Mesa promovió un bloqueo energético exigiendo "mar por gas". El argentino Néstor Kirchner cortó parte importante del gas natural que exportaba a Chile y declaró una guerra personal a su canciller Ignacio Walker. El peruano Alejandro Toledo hizo el trabajo pesado: dinamitó el proyecto de un enclave chileno para un gasoducto boliviano; desenterró una acusación de 1995 sobre trasiego de armas para Ecuador durante la guerra, y desarchivó un pleito de límites marítimos. Más al norte, el venezolano Hugo Chávez cobró cuentas a Lagos por no haber condenado el frustrado golpe de Estado de abril del 2002, sugiriendo que se había puesto de acuerdo con George W. Bush y José María Aznar. Además, desde su isla, el incombustible Fidel Castro mantuvo su antipatía por la democracia y las izquierdas sistémicas de Chile. El sentido profundo de esa dura y reciente experiencia debe ser decodificado, con urgencia, por la presidenta Michelle Bachelet y el nuevo canciller, Alejandro Foxley. Una primera clave estaría en no ilusionarse con el cariño que pueden encontrar en los gobiernos de las ligas mayores. Otra sería hacer docencia interna sobre las limitantes geopolíticas del país. Éstas indican que, sin una excelente relación vecinal, Chile no puede convertirse en la plataforma económica intercontinental que pretende. El riesgo-país sería disuasivo para los inversionistas foráneos. Por lo mismo, los chilenos no debemos ceder a la tentación de mantener los viejos comportamientos diplomáticos, arguyendo que los vecinos no nos quieren de puro envidiosos. Más bien debemos entender la necesidad de una estrategia diplomática diferenciada hacia Bolivia y Perú, en especial, que armonice las agendas del futuro y el tratamiento de los recelos del pasado. Y esto sólo será posible si Bachelet logra convencer a sus homólogos de ambos países sobre la obviedad más obvia: el estado de tensión no beneficia a nadie y perjudica a todos, pues a esta altura de la historia la cooperación negociada es infinitamente más rentable que la disuasión amenazante. Además, ya pasó la época en que, con la soberanía absoluta en ristre, los gobiernos vivían más ocupados del cambio de sus mapas que de las posibilidades de la integración para el desarrollo. ¿Que cómo se hace eso?... Pretencioso sería dar recetas. Sólo cabe anotar que la reestructuración de la Cancillería chilena está tardando demasiado. Pero, como contrapartida, la presidenta Bachelet dispone de un ejército renovado, cuyo liderazgo comprende bien la necesidad de una nueva manera de relacionarse con sus vecinos.
JOSÉ RODRÍGUEZ ELIZONDO, escritor chileno. Profesor de Relaciones Internacionales
JOSÉ RODRÍGUEZ ELIZONDO, escritor chileno. Profesor de Relaciones Internacionales
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