UNA DERECHA BRITANICA DEMOCRATICA Y NO CLASISTA
Cristóbal Orrego
El Mercurio
Domingo 07 de Diciembre de 2008
Necesitamos una derecha sin momios
Una asombrosa confusión de la culturilla política chilena identifica ser “de derecha” con ser “momio”. Nada más lejos de la verdad. Los momios son humanos petrificados, que no quieren el cambio, que siempre miran hacia atrás, que temen el conflicto político y sus odiosidades, que tienen en alta estima la vida privada y familiar y respingan la nariz ante la vida pública y la actividad política, una cochinada con la que algunos ciudadanos habrán de mancharse las manos para salvar al sector.
Así dicen ellos: “el sector”. Yo nunca me he considerado parte de “el sector”. Por eso abogo por una derecha sin momios. Una derecha que no le tenga miedo a la competencia electoral —primarias, primera vuelta—; que no confíe en liderazgos mesiánicos, ni en la tontería aquella de “cuidar la unidad del sector”; que mire de una vez la actividad política como un gran bien —con un mínimo de cultura cívica, de lectura de la historia, de filosofía política, de teología católica— y no como “ocasión de pecado”; que alce su mirada más allá de los números, allende esa idolatría de las cifras macroeconómicas y las encuestas políticas (que los momios no saben interpretar); que aprenda a moverse no solamente por temor —yo comparto el diagnóstico de Agustín Squella sobre la cobardía de la derecha . . . de los momios—, sino también por sueños e ideales; que aprenda no tanto a sentir el miedo cuanto a provocarlo también en todos esos patanes que están saqueando el Estado y que deben ser perseguidos con la misma saña con que se persigue a los otros criminales.
Abogo por una derecha que represente a quienes no comulgamos con el no sé qué que mantiene unida a Renovación Nacional (si alguien sabe el qué, que me cuente), ni con el pragmatismo rastrero —incapaz de generar líderes y de transmitir entusiasmo— que domina desde hace años a la Unión Demócrata Independiente, ni con ese afán enfermizo de ganarse el centro político a toda costa, aun al precio de que los que no somos momios ya no estamos dispuestos a votar ni siquiera por el mal menor. Urge un nuevo partido político, que demuestre cuántos quedan en Chile de esa derecha partidaria de la libertad con responsabilidad personal y del orden con justicia; de la primacía de los inocentes sobre los culpables; del rol público de la religión y de la moral y las buenas costumbres; de la familia unida y de la cultura popular; de la patria digna y de la hospitalidad con los extranjeros; del Estado fuerte y limitado; de la probidad administrativa y del servicio público ad honorem; del derecho a elegir una enseñanza de calidad —particular o pública para todos los que la quieran, sin discriminaciones—; de la protección de los más débiles contra los abusos de los prepotentes (entre los más débiles, aunque cabría incluir a los perros de la Sociedad Protectora de Animales, quizás habría que comenzar antes por perseguir con igual celo e indignación el horroroso crimen del aborto . . . de niños humanos).
Por esa intemperie de representación en que estamos los de derecha no momios, la UDI debería postergar hasta abril la decisión sobre su candidato presidencial o, mejor aún, decidir de inmediato que escogerá a uno de derecha, que no sea momio. De lo contrario, los innumerables feligreses de Hermógenes —no, por cierto, los momios— tendremos que buscar a un independiente de derecha.
Más allá de este deseo, sin embargo, razones estratégicas aconsejan que la UDI no proclame su adhesión a Sebastían Piñera en este momento. El único motivo para hacerlo ahora parece ser el odio y la venganza. Todos saben que la mayoría de la UDI no quiere a Sebastián de Presidente, por lo que éste le hizo a Matthei (Caso interceptación telefónica), a Novoa (Caso Spiniak), a Lavín (Caso aparición 2005) . . . ¿a quién no? Todos sabemos también que ungirlo ahora como candidato único aumenta las probabilidades de que pierda las elecciones en diciembre de 2009, por tres razones visibles (hay otras no visibles, que me callo): a) Sebastián será el blanco de ataque del pérfido (e inteligente) ministro Vidal, con toda su máquina destructora e interventora dirigida hacia un solo punto durante . . . ¡un año!
b) Las primarias de la Concertación dominarán los medios de prensa durante meses y, al final, reforzarán a quien triunfe. Si llegara a ser un democratacristiano o, incluso, un socialista pragmáticamente pro empresarios, Piñera será eclipsado y casi sepultado. Si fuera mi primo Claudio, hasta los momios preferirán votar por el Príncipe antes que por el Rey Midas: ¡con mayor razón la inmensa masa de votantes que no traga a un hombre rico y ambicioso!c) Una campaña de un año, de un hombre dedicado a los negocios, es demasiado larga para evitar sus clásicos errores de niño, a los que el empresario candidato nos tiene acostumbrados: un ataque personal a la Presidenta en la Enade (¿te diste un gustito, Sebas?), unas inversiones audaces y al borde de lo legal (¿quién asegura que no lo hará de nuevo?), una exhibición de riquezas en tiempos de crisis (yates, paseos, helicópteros, giras, enriquecimiento . . . cuando todos pierden). En fin, no quedará margen de maniobra para posicionar a un candidato en el caso de que Piñera falle, y hay varias formas en que puede fallar.
Entonces, si la UDI proclama a Piñera será por odio o por venganza. Y como, igual que Piñera en el 2005, todos apuestan a que la Concertación se caerá en algún momento, si el ungido pierde en el 2009, más probable es que alguien de la UDI gane en el 2013. Y así sucesivamente hasta el infinito.
Los momios no están hechos para el gobierno. Por eso, vuelvo al inicio: necesitamos una derecha sin momios. Esa derecha —si algo quedara de Jaime Guzmán en la UDI, cosa que dudo profundamente— podría llevar a La Moneda, en el 2009, a quien emergiera como el candidato más fuerte en unas primarias a fines de agosto o comienzos de septiembre de 2009, o al más votado en la primera vuelta de diciembre. Si fuese Sebastián Piñera, sería un gran Presidente. Sigue siendo, si corre solo, un mal candidato.
Una asombrosa confusión de la culturilla política chilena identifica ser “de derecha” con ser “momio”. Nada más lejos de la verdad. Los momios son humanos petrificados, que no quieren el cambio, que siempre miran hacia atrás, que temen el conflicto político y sus odiosidades, que tienen en alta estima la vida privada y familiar y respingan la nariz ante la vida pública y la actividad política, una cochinada con la que algunos ciudadanos habrán de mancharse las manos para salvar al sector.
Así dicen ellos: “el sector”. Yo nunca me he considerado parte de “el sector”. Por eso abogo por una derecha sin momios. Una derecha que no le tenga miedo a la competencia electoral —primarias, primera vuelta—; que no confíe en liderazgos mesiánicos, ni en la tontería aquella de “cuidar la unidad del sector”; que mire de una vez la actividad política como un gran bien —con un mínimo de cultura cívica, de lectura de la historia, de filosofía política, de teología católica— y no como “ocasión de pecado”; que alce su mirada más allá de los números, allende esa idolatría de las cifras macroeconómicas y las encuestas políticas (que los momios no saben interpretar); que aprenda a moverse no solamente por temor —yo comparto el diagnóstico de Agustín Squella sobre la cobardía de la derecha . . . de los momios—, sino también por sueños e ideales; que aprenda no tanto a sentir el miedo cuanto a provocarlo también en todos esos patanes que están saqueando el Estado y que deben ser perseguidos con la misma saña con que se persigue a los otros criminales.
Abogo por una derecha que represente a quienes no comulgamos con el no sé qué que mantiene unida a Renovación Nacional (si alguien sabe el qué, que me cuente), ni con el pragmatismo rastrero —incapaz de generar líderes y de transmitir entusiasmo— que domina desde hace años a la Unión Demócrata Independiente, ni con ese afán enfermizo de ganarse el centro político a toda costa, aun al precio de que los que no somos momios ya no estamos dispuestos a votar ni siquiera por el mal menor. Urge un nuevo partido político, que demuestre cuántos quedan en Chile de esa derecha partidaria de la libertad con responsabilidad personal y del orden con justicia; de la primacía de los inocentes sobre los culpables; del rol público de la religión y de la moral y las buenas costumbres; de la familia unida y de la cultura popular; de la patria digna y de la hospitalidad con los extranjeros; del Estado fuerte y limitado; de la probidad administrativa y del servicio público ad honorem; del derecho a elegir una enseñanza de calidad —particular o pública para todos los que la quieran, sin discriminaciones—; de la protección de los más débiles contra los abusos de los prepotentes (entre los más débiles, aunque cabría incluir a los perros de la Sociedad Protectora de Animales, quizás habría que comenzar antes por perseguir con igual celo e indignación el horroroso crimen del aborto . . . de niños humanos).
Por esa intemperie de representación en que estamos los de derecha no momios, la UDI debería postergar hasta abril la decisión sobre su candidato presidencial o, mejor aún, decidir de inmediato que escogerá a uno de derecha, que no sea momio. De lo contrario, los innumerables feligreses de Hermógenes —no, por cierto, los momios— tendremos que buscar a un independiente de derecha.
Más allá de este deseo, sin embargo, razones estratégicas aconsejan que la UDI no proclame su adhesión a Sebastían Piñera en este momento. El único motivo para hacerlo ahora parece ser el odio y la venganza. Todos saben que la mayoría de la UDI no quiere a Sebastián de Presidente, por lo que éste le hizo a Matthei (Caso interceptación telefónica), a Novoa (Caso Spiniak), a Lavín (Caso aparición 2005) . . . ¿a quién no? Todos sabemos también que ungirlo ahora como candidato único aumenta las probabilidades de que pierda las elecciones en diciembre de 2009, por tres razones visibles (hay otras no visibles, que me callo): a) Sebastián será el blanco de ataque del pérfido (e inteligente) ministro Vidal, con toda su máquina destructora e interventora dirigida hacia un solo punto durante . . . ¡un año!
b) Las primarias de la Concertación dominarán los medios de prensa durante meses y, al final, reforzarán a quien triunfe. Si llegara a ser un democratacristiano o, incluso, un socialista pragmáticamente pro empresarios, Piñera será eclipsado y casi sepultado. Si fuera mi primo Claudio, hasta los momios preferirán votar por el Príncipe antes que por el Rey Midas: ¡con mayor razón la inmensa masa de votantes que no traga a un hombre rico y ambicioso!c) Una campaña de un año, de un hombre dedicado a los negocios, es demasiado larga para evitar sus clásicos errores de niño, a los que el empresario candidato nos tiene acostumbrados: un ataque personal a la Presidenta en la Enade (¿te diste un gustito, Sebas?), unas inversiones audaces y al borde de lo legal (¿quién asegura que no lo hará de nuevo?), una exhibición de riquezas en tiempos de crisis (yates, paseos, helicópteros, giras, enriquecimiento . . . cuando todos pierden). En fin, no quedará margen de maniobra para posicionar a un candidato en el caso de que Piñera falle, y hay varias formas en que puede fallar.
Entonces, si la UDI proclama a Piñera será por odio o por venganza. Y como, igual que Piñera en el 2005, todos apuestan a que la Concertación se caerá en algún momento, si el ungido pierde en el 2009, más probable es que alguien de la UDI gane en el 2013. Y así sucesivamente hasta el infinito.
Los momios no están hechos para el gobierno. Por eso, vuelvo al inicio: necesitamos una derecha sin momios. Esa derecha —si algo quedara de Jaime Guzmán en la UDI, cosa que dudo profundamente— podría llevar a La Moneda, en el 2009, a quien emergiera como el candidato más fuerte en unas primarias a fines de agosto o comienzos de septiembre de 2009, o al más votado en la primera vuelta de diciembre. Si fuese Sebastián Piñera, sería un gran Presidente. Sigue siendo, si corre solo, un mal candidato.
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