miércoles, octubre 19, 2005

PINTER Y EL NOBEL 2005

Harold Pinter y la poesía
POESÍA Y TEATRO agonizan en los estantes de las librerías y se cubren de polvo en las bibliotecas

JORDI LLAVINA - 19/10/2005 La Vanguardia de Barcelona
El mismo día que la contra de este periódico publicaba una entrevista de Ima Sanchís a Ricky Martin, las páginas de Cultura informaban sobre el Nobel de Literatura concedido este año a Harold Pinter. Martin es un chico muy lozano, que viaja dos veces al año a India desde 1996, hace yoga y gana millones de dólares cantando. El puertorriqueño revelaba que colabora en varias causas humanitarias, y que - como un Bono latino, joven y mucho más hermoso- deriva su inmensa fama hacia la lucha contra cantidad de injusticias (el sida, la prostitución infantil, etcétera). Chapeau! También nos descubría que vive con seis perros y que cree que "enfocarse en lo simple es necesario". ¡Bravo, muchacho! A Ricky le repatea el cinismo de los políticos, algo que lo emparenta definitivamente con el poeta del teatro Harold Pinter, a quien Blair y Bush - y unos años atrás, Clinton, y, algunos más atrás todavía, Thatcher- le ponen de los nervios. En la foto, Pinter saluda a los periodistas y demás familia ante su domicilio londinense. Cejas, patillas y bigote entrecanos - se nota que la noticia le ha pillado totalmente desprevenido: un buen barbero hubiera dejado la cabeza del laureado bastante más primorosa para la ocasión. Pero ése ya no hubiera sido el autor de Ashes to ashes,que parece recién salido de una taberna llena de humo o de un tosco sótano del East End en que una pandilla de chicos ensayaran una obra de teatro, suya o de Mamet. Pinter aparece tocado con una gorra negra (algo brechtiana), enfundado en unos pantalones de pana que permiten adivinar el mísero relleno de carne dentro de las perneras. Está viejo, y flaco, muy flaco. Se ayuda de un bastón para andar y lleva un grueso pedazo de esparadrapo pegado justo encima de la ceja derecha (solución para una caída), como si el revólver del tiempo hubiera querido apuntarle la sien y se hubiera quedado un centímetro más arriba y sin bala. Desaliñado, auténtico Pinter. Con 71 años le extirparon un tumor. En el hospital, una enfermera le dijo que las células cancerígenas son las que han olvidado morir. Y en esa cruda sentencia tuvo la iluminación para escribir el poema Cancer cells,en que plantea una lucha a muerte (y nunca mejor dicho) entre él mismo y su tumor: "Un tumor que ha olvidado la forma de morir y planea sustituir su muerte por la mía". Ha escrito 29 obras de teatro, y hace unos años confesó que no iba a escribir ni una más. Pero no abandona la literatura. Más bien se concentra en la quinta esencia del arte literario, que con mayor o menor asiduidad nunca ha dejado de cultivar: al libro de poemas War (2003) podrían seguir otros. Esto es, Pinter, como Ricky Martin, ha decidido enfocarse en lo simple, que a menudo resulta ser lo más hondo. La semana pasada un miembro de la Academia sueca dimitió por considerar que Elfriede Jelinek era un Nobel poco adecuado (su obra, creo que arguyó, está repleta de pornografía). Bien, en todo caso hay que felicitar a los suecos por haber premiado, en los últimos diez años, a dos poetas (Heaney y Szymborska) y a dos dramaturgos (Dario Fo y ahora Pinter). Poesía y teatro agonizan en los estantes de las librerías y se cubren de polvo en los anaqueles de las bibliotecas. Pero las palabras esenciales (o algunas de las más esenciales) están escritas en verso o en diálogo para la escena, las dos expresiones shakespearianas. Como las del poema Weather Forecast,en que Pinter habla de un día bastante frío, que se libra de un inicio nuboso y que, con la aparición del sol, avanza hacia cierta calidez. Al anochecer, mostrará una luna brillante. Un viento frío desaparecerá a medianoche. "No sucederá nada más. Es el último parte". Esperemos que no sea así. Que haya muchos más días, poemas, y que la puya de sus palabras siga clavándose en los tumores malignos del mundo.
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