DI UNA PEQUEÑA ORACION
La vida pendiente de un loco
NINGUNA MUERTE puede borrar una obra, un acto, una voz, siquiera una sonrisa legadas al mundo
NORBERT BILBENY - 28/12/2005 La Vanguardia de Barcelona
NINGUNA MUERTE puede borrar una obra, un acto, una voz, siquiera una sonrisa legadas al mundo
NORBERT BILBENY - 28/12/2005 La Vanguardia de Barcelona
La tarde del domingo 14 de diciembre del año 1980 una multitud de seguidores del músico John Lennon se dio cita en el Central Park de Nueva York. Estaba nublado y hacía mucho frío. El motivo era conmemorar la muerte del artista, asesinado seis días antes por el desequilibrado Mark Chapman, de veinticinco años. Lennon murió en la ciudad que había elegido para vivir. En aquel acto se guardaron diez minutos de silencio, y justo al finalizar, cuando las notas de Imagine daban la despedida, empezó a nevar. ¿Qué mayor triunfo frente a una muerte tan absurda? Unos sonreían y otros lloraban. Fue para todos un momento mágico, como mágica fue, en gran medida, la vida, acción y obra de este personaje del siglo XX. Al cabo de tres semanas, la canción más famosa de Lennon fue número uno en las listas británicas. Un loco no puede acabar con Imagine.Los congregados en Central Park acudieron a "rogar por el alma de John". To pray es, en inglés, rogar o rezar. ¿Rogar por quien cantó por un mundo en paz y "sin religiones"? Puede sorprender, pero no es contradictorio, si, al menos, no identificamos necesariamente el culto a Dios con la existencia de religiones e iglesias. El caso es que en el entonces reciente álbum del músico, con el nefasto título de Double fantasy,se encuentra una canción de cuna, Darling Boy,que Lennon dedicó a su pequeño Sean y en la que el padre le pide al niño que antes de ir a dormir diga siempre "una pequeña oración". Pero también Woman, en la misma obra final del artista, despliega una delicadeza y emotividad contra las que la muerte prematura, violenta y sin sentido moral como la de Lennon, a los cuarenta años y derribado por cinco balas del calibre 38, no tiene absolutamente nada que hacer. Si toda muerte carece de sentido, y las prematuras son, además, absurdas, ninguna muerte, por falta que esté de sentido, puede borrar una obra, un acto, una voz, siquiera una sonrisa legadas al mundo. La doble fantasía era el arte y las ideas creativas, otra vez, del músico de Liverpool; pero también el pensar que al cabo de poco sería abatido por la espalda. Inimaginable. Muchos personajes de la política y la cultura - hace poco, el hermano Roger, fundador de Taizé- han muerto asesinados. Pero los crímenes, siendo todos igual de insensatos y aborrecibles, casi siempre han tenido una voluntad, interesada, pasional o fanática, que los ha animado. No digo, como se comprenderá, que esto los explique, les de un motivo,ni menos que los justifique: hay actos voluntarios que no tienen, ni merecen, como son estos casos, motivo alguno que los haga proporcionales a sus efectos. A sus muertos. ¿Qué motivo había para acabar con Pasolini, o con García Lorca o con Juan Pablo II? Ninguno. ¿Causas? Posiblemente, aunque en un mero sentido físico, o psicológico, pero nada más. Convencional. Porque convenimos en que tal hecho o tal otro son seguidos de otros hechos, a los que llamamos efectos. Pero lo que queda claro, y es imputable, es que se trató de crímenes, porque hubo voluntad de cometerlos. ¿Pero qué voluntad tenía Mark Chapman? Es terrible que un sujeto sin voluntad sea el encargado de segar una vida. Parece un doble absurdo. Es cierto que Chapman era fan del músico, pero también un enfermo mental. La muerte a manos de un loco es lo último que se puede esperar, porque la causa no es del todo natural, ni del todo social o antisocial. No tenemos respuesta ni apenas medios ante los actos o las amenazas de un demente. Ya veces están cerca. "Di una pequeña oración".
NORBERT BILBENY, catedrático de Ética de la UB
NORBERT BILBENY, catedrático de Ética de la UB
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