lunes, mayo 22, 2006

ZONA CERO

Carta desde la 'zona cero'
LOS NEOYORQUINOS nunca sabrán lo que realmente les atacó aquella mañana del 11-S, para no hablar de por qué su Gobierno empeoró las cosas
FRED HALLIDAY - 22/05/2006 La Vanguardia de Barcelona Ninguna señal ni advertencia especial recibe al viajero que se dirige a visitar el emplazamiento de la zona cero de las Torres Gemelas de Nueva York, destruidas en los críticos y decisivos minutos de la mañana del 11 de septiembre del año 2001. Los neoyorquinos aconsejan desplazarse en metro hasta la estación de Chambers Street en Manhattan y recorrer a pie unas cuantas manzanas, recomendación que pongo en práctica. Nada denuncia la proximidad al lugar salvo la presencia de un solitario vendedor callejero -camerunés, por más señas- que vende llaveros con la efigie de las Torres Gemelas, camisetas del cuerpo de bomberos de Nueva York y un álbum fotográfico del acontecimiento en el que se han eliminado las imágenes de las víctimas humanas. Al doblar la esquina por Cortland Street se desemboca en un amplio espacio vacío cercado por una valla en cuyo interior apenas se aprecia movimiento alguno, aunque de hecho se procede a erigir un nuevo complejo cuya construcción se prolongará hasta el 2009: se trata de la nueva Torre de la Libertad y otras edificaciones e instalaciones y servicios. A primera vista, reina la normalidad en las inmediaciones: la St. Paul´s Chapel -donde George Washington elevaba sus oraciones cuando Nueva York era la capital de Estados Unidos y en cuyo interior se refugiaron y reposaron a lo largo de la jornada del 11-S los afectados por el atentado y los miembros del cuerpo bomberos- sigue impertérrito en su lugar; los hoteles, cafés y oficinas cercanas desempeñan como de costumbre su actividad cotidiana. No se venden recuerdos, no se ven placas conmemorativas ni ha finalizado aún la erección del monumento a las víctimas. Esta aparente calma se extiende en la ciudad de Nueva York. En relación con las secuelas inmediatas del 11-S, llegó a temerse que empresas y residentes abandonaran la ciudad. Al cabo de un año, sin embargo, rebrotaron las tendencias apuntadas antes del 11-S: disminución del índice de delitos, aumento de la cifra de turistas, animación del ambiente teatral de Broadway... Llegó a afirmarse que los neoyorquinos mostraban mayor deferencia en el trato con sus conciudadanos. Cabe hablar del mismo factor alentador en el caso de la economía mundial, otro objetivo potencial de los atentados de Nueva York: ha seguido creciendo vigorosamente, invulnerable al parecer frente a las amenazas y mayor inquietud concerniente a la seguridad y el transporte. La historia tiene armas suficientes para limitar, e incluso trivializar, los ámbitos y espacios donde se desarrollan acontecimientos importantes: la vía de Sarajevo donde el asesino nacionalista serbio Gavrilo Princip mató al archiduque Francisco Fernando en junio de 1914 y donde los nacionalistas serbios erigieron un museo y veneraron una reproducción de las huellas del asesino ha visto cambiar su nombre de Princip por el de calle Ovala, en tanto se ha suprimido el museo y tan sólo resta una pequeña placa; el puesto polaco en la península de Danzig desde donde Hitler lanzó la Segunda Guerra Mundial al amanecer del 1 de septiembre de 1939 posee un pequeño museo; los restos del muro de Berlín han desaparecido casi por completo de las calles de Berlín y sólo un pequeño museo recuerda el puesto de control Charlie.Hay quienes discuten el significado histórico de un emplazamiento o lugar, así como de los acontecimientos que allí tuvieron lugar: la violencia islamista mata en todo el mundo menos personas que los accidentes de tráfico, el sida o el cáncer de pulmón -arguyen, añadiendo que la incidencia de acciones de calado en ciudades occidentales ha sido relativamente baja-. Sin embargo, transcurridos más de cuatro años de los atentados de Nueva York cabe oponer otro razonamiento, el de que el 11-S constituyó una encrucijada decisiva en la historia internacional contemporánea, desencadenando determinados procesos y dinámicas que distan de haber alcanzado su conclusión. Es posible que el hecho de que tal realidad no tenga su correspondencia visible en la zona cero en la actualidad no revista mayor importancia. Ahora bien, que no se refleje en su día en el monumento conmemorativo en construcción y en los principales debates en EE.UU. en los próximos años resulta mucho más grave. Porque la distorsión y tergiversación que ha entrañado la respuesta al 11-S y las reacciones subsiguientes no descansan en ninguna exageración alarmista de este episodio, sino en el vil y espantoso fracaso de los políticos y otros líderes de opinión en Estados Unidos a la hora de entender las causas -y consecuencias- de los atentados de Al Qaeda.Las razones para afirmar que el 11-S comporta un importante impacto a largo plazo en el mundo pueden enumerarse brevemente. En primer lugar, produjo un cambio enorme en la opinión pública estadounidense: un refuerzo del nacionalismo y la afirmación patriótica, un enorme incremento de la sensación ciudadana de inseguridad, un mayor sentimiento de sospecha frente a cualquier persona de apariencia medioriental y una hostilidad más abierta y declarada contra árabes y musulmanes en general, recientemente confirmada con ocasión de las recientes protestas a gran escala y mal informadas contra la iniciativa de una empresa de Dubai para entrar en la gestión de los puertos estadounidenses, incluido el de Nueva York. El clima político e intelectual en Estados Unidos -que ya mostraba tal inclinación- ha virado resueltamente hacia la derecha. Y este factor ha propiciado el segundo cambio importante: la orientación de la política exterior de Estados Unidos. A estas alturas conocemos al dedillo, gracias a lo publicado, cómo estaba a punto de reventar el forúnculo de las expectativas del lobby neocon en los años noventa, aguardando la hora de impulsar una política exterior más agresiva y, en particular, de enfrentarse y atacar tanto a Iraq como a Irán. La frágil victoria electoral de Bush en el 2000 y la indecisa naturaleza de la opinión pública estadounidense imposibilitaron alcanzar inicialmente el objetivo, pero el 11-S modificó este panorama ofreciendo un pretexto y respaldo a las invasiones de Afganistán e Iraq. Quien dude del impacto del 11-S no tiene más que reparar en la guerra -civil, nacionalista e internacional- que hace estragos en Iraq y que podría acarrear enormes consecuencias para Oriente Medio. En tercer lugar, el 11-S ha provocado un importante cambio en las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo, ya se trate de Europa o de Oriente Medio: se aprecia actualmente menos respaldo o sintonía con relación a Estados Unidos que en cualquier período desde lasegunda guerra mundial. Incluso instancias contrarias al poder estadounidense -desde China, Irán o Rusia hasta los nuevos presidentes populistas de Latinoamérica- sacan partido del aturdimiento y disipación de Washington por tierras de Mesopotamia... Es muy grave, en consecuencia, que a la naturaleza de tales cambios, y sobre todo a las razones de los atentados del 11-S, se haya prestado precisamente tan escaso tributo y reconocimiento en la propia zona cero.En cambio, hemos asistido a una monumental y exitosa negación de las dimensiones internacionales de este acontecimiento, en nombre de un simplista y falso patriotismo concebido para impedir un debate serio sobre el propio hecho. Los planes de reconstrucción de la zona han sido a su vez objeto de polémica: la autoridad portuaria de Nueva York ha chocado con el promotor, Lartry Silverstein, que posee los derechos de explotación comercial (oficinas...) de la zona. Más seria aún ha sido la disputa sobre el contenido del museo. El grupo inicial encargado de su diseño - y de cumplir con las condiciones relativas al propósito de resaltar la causa de la libertad humana- trató de subrayar a un tiempo otras cuestiones relativas a las libertades y los derechos como, por ejemplo, el movimiento de los derechos civiles, el Gulag y la cárcel de Abu Ghraib, lo que provocó un acceso de cólera de una de las familiares de las víctimas de los atentados, Debra Burlingham, hermana del piloto de la aeronave que se estrelló contra el Pentágono, quien, en nombre del Take Back the Memorial Group opuesto a la politización de la zona cero,ha denunciado el carácter no norteamericano de los proyectos, siendo apoyada en su denuncia por los políticos de Nueva York. Y aún ésta resulta si se quiere una cuestión menor en comparación con otras mucho más amplias -borradas, por cierto, del mapa-; por ejemplo, por qué Al Qaeda fue la que atacó en primer lugar: cuál era el papel de Estados Unidos empleando y entrenando a estos fundamentalistas en las últimas fases de la guerra fría, cuáles son las razones de la hostilidad de Oriente Medio contra la política de Estados Unidos en la región, cuáles son los orígenes del antiamericanismo en el mundo. Pero en este caso han prevalecido totalmente las fanfarronadas militaristas y nacionalistas.La respuesta exclusivamente militar de Bush a este fenómeno, seguida de una ampliación de la campaña antiterrorista con vistas a meter en el mismo saco el caso completamente distinto de Iraq, conformó tal fracaso de principio en materia de análisis de la cuestión. La tergiversación que entraña la respuesta estadounidense al 11-S no descansa, en consecuencia, en ninguna eventual exageración de lo que sucedió al sur de Manhattan aquella mañana de septiembre, sino en el fracaso a la hora de analizar y enfocar adecuadamente el papel de Estados Unidos cuando azuzó al principio la violencia islamista, de analizar adecuadamente los factores y cuestiones políticas en Oriente Medio que de hecho azuzaron -y tras el conflicto de Iraq azuzarán aún más- la hostilidad contra su política y su ciudadanía en muchas partes del mundo. Podemos estar seguros de que escasa parte de esta información no americana -si es que llega alguna- llegará a los visitantes del monumento conmemorativo y el museo que se alzarán un día en la zona cero. El resultado a la vista es que los neoyorquinos - y los estadounidenses en su conjunto- nunca sabrán lo que realmente les atacó aquella mañana de septiembre, para no hablar de cómo y por qué su Gobierno empeoró, si cabe, las cosas durante los años posteriores.
F. HALLIDAY, profesor visitante del Cidob (Barcelona) y profesor de la London School of Economics Traducción: José María Puig de la Bellacasa
Babies R Us Coupon
Babies R Us Coupon