lunes, octubre 13, 2008

LA FE SE DEBILITA


Diagnóstico descarnado de Benedicto XVI
10.10.2008 - La Verdad.es
RAFAEL AGUIRRE
En un contexto de singular solemnidad, en una homilía ante una representación del Episcopado mundial en la apertura del Sínodo de Obispos, convocado para hablar sobre la Biblia, Benedicto XVI ha tenido unas palabras especialmente descarnadas sobre la situación religiosa de los viejos países de cristiandad: «naciones antes ricas en fe y en vocaciones van perdiendo ahora su identidad bajo la influencia deletérea y destructiva de una cierta cultura moderna... hay regiones en las que la fe se debilita y puede llegar a extinguirse». La historia muestra que esto es bien verosímil: en los países en los que nació y primero se difundió el cristianismo, donde predicó San Pablo y tuvieron lugar los primeros concilios (Asia Menor, la actual Turquía, el norte de África) ha desaparecido prácticamente el cristianismo y -son palabras del Papa- «sólo se les recuerda en los libros de historia».Por cierto, estamos asistiendo impávidamente en nuestros días a un fenómeno gravísimo: a la práctica desaparición, por la fuerza, del cristianismo en varios países árabes, en Egipto, Palestina e Irak (donde la Iglesia caldea tenía un millón de fieles antes de la guerra y ahora sólo quedan 300.000), en los que su implantación era muy anterior a la llegada del Islam. Más allá de otras consideraciones que habría que hacer, se trata de un acontecimiento nefasto para las sociedades del Próximo Oriente porque las minorías cristianas proporcionaban elites de elevada preparación profesional y política e introducían un pluralismo muy rico ahora arrasado por una intransigencia creciente.El discurso del Papa es coherente y matizado. Aúna la convicción del creyente con el diagnóstico del intelectual que interpreta la situación cultural europea, tema que reitera con preocupación. Defiende con claridad la laicidad, la separación de la religión y del Estado; más aún, la considera un valor de origen cristiano que subraya la trascendencia de Dios y la libertad de la opción creyente. Pero es sumamente crítico con la deriva de la cultura de la modernidad que, más allá de la laicidad, conduce a la desaparición de Dios en la vida personal y social. Y esto -dice Benedicto XVI- ha llevado a una cultura relativista, sin puntos de referencia y carente de identidad. El Gulag y Auschwitz no son meros accidentes del camino, sino posibilidades intrínsecas de una razón absolutizada. La muerte de Dios ha conducido a la muerte del hombre. Europa camina hacia su destrucción, ha llegado a afirmar Ratzinger. Por eso se esfuerza en plantear la apertura a la trascendencia y la búsqueda de Dios como algo profundamente humanizante y como exigencias de la razón que no rehúye las preguntas más radicales.Es obvio que el debate está servido. Porque también es verdad que en nombre del Ser Supremo se han cometido barbaridades inmensas, se ha violentado la libertad, se han justificado genocidios y guerras hasta en nuestros días. No hay fanatismo más peligroso que el legitimado religiosamente. Y éste es un problema de enorme trascendencia en nuestro mundo. La religión es capaz de movilizar las pasiones y energías más fuertes para bien y para mal. A la religión hay que exigirle que se civilice: es decir, que asuma esa moral de mínimos que se condensa en los derechos humanos. Hacen falta líderes religiosos capaces de hablar no desde el púlpito con fieles abajo, sino en el ágora con el lenguaje y los argumentos de la razón compartida.Hace aún pocos días, varios cientos de personalidades del mundo cultural francés, de ideologías muy diversas, escucharon el discurso, magnífico por cierto, que el Papa les dirigió en París. Por supuesto, abordó el tema de la cultura de la Ilustración y del lugar en ella de la cuestión de la trascendencia. Desde el sur de los Pirineos nos sorprende simplemente la realización de este acto: que se perciba la importancia del tema, que se escuche con respeto a Ratzinger y que la Iglesia francesa tenga semejante capacidad de convocatoria plural. Desgraciadamente, una cosa así es impensable entre nosotros. Irían a escuchar unos, los incondicionales, pero no otros; se ovacionaría con entusiasmo o se descalificaría sin contemplaciones, pero me temo que ni se atendería ni se discutiría con rigor. La Iglesia española tiene una escasa autoridad moral en su sociedad; no ha asimilado la secularización como la francesa; en su seno no hay espacio suficiente para la libertad de expresión; existe un perceptible deseo de impulsar un catolicismo político que responde a un proyecto nostálgico e imposible. Por otra parte -son posturas que se inducen recíprocamente- hay en la sociedad española un denso poso de laicismo rancio, que vive de tópicos, incapaz de superar traumas personales e históricos y de descubrir las enormes posibilidades humanizadoras de los valores cristianos.¿Pero no estaban los obispos convocados para hablar sobre la Biblia? En la Biblia se encierra el gran imaginario de Occidente y es un crisol inigualable de culturas y civilizaciones. Quizá hoy es más urgente que nunca el diálogo de la sabiduría que viene de Jerusalén y de la razón procedente de Atenas: es el diálogo que está en el origen de la Biblia cristiana recta y críticamente entendida.

Rafael Aguirre es teólogo.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¿Qué sentido tiene un blog si nadie hace comentarios?

1:34 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

El sentido es que muchos lo leen.

6:51 p. m.  

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