LA LIBERTAD
Represión: obvio, mala educación
Álvaro Bardón
Nuestros intelectuales, "educadores" y políticos no se han enterado del fracaso de la planificación central y del dirigismo estatal. Por esto, no pueden mejorar la calidad de la educación, al insistir, una y otra vez, en más restricciones y regulaciones que limitan la libertad, creatividad y competencia, en un área compleja y en permanente cambio. Insisten en más impuestos y gasto fiscal, no para dar bonos o subsidios a la demanda de los sectores de menores ingresos, sino para que se ofrezcan metros cuadrados, jornadas, computadores, inspectores, textos, condones, pruebas únicas, contenidos, becas, viajes y pedagógicos "malos", que enseñan metodología en vez de materias útiles.
El dirigismo estatal crea directores y profesores sin incentivos, que ganan lo mismo trabajando o no. A los malos no los sanciona, ni premia a los buenos. No se cuidan los recursos, y el gasto en burocracia aumenta. El Ministerio de Educación crece, así como inútiles programas, pruebas y experimentos de calidad.
Agregue el Ministerio de la Cultura, y ahora el de "innovación", y el cuadro totalitario se completa.
El Estatuto Docente empeoró la educación, así como las variadas ingenierías sociales desde fines de los años 60. Es un fracaso de "expertos" dogmáticos, que desconfían de la libertad y creen en un Estado divino, capaz de mejorar la calidad "a mano" y de garantizar la igualdad, la que no conciben a partir de las decisiones de las personas y su diversidad. Éstas serían tontitas, no como ellos, los iluminados, capaces de guiarnos usando la represión de la ley y el Estado. No comprenden que son las personas libres las que crean, y que su interacción genera productos de mejor calidad. Fue el caso de la educación superior de los EE.UU., que derrotó a la europea, sobrerregulada y "sin lucro", que ahora trata de ponerse al día, copiando a los estadounidenses. Es lo que se observó en Chile cuando se abrió la educación superior en los años 80 -y que ahora se intenta detener, al no autorizar nuevos establecimientos y con acreditaciones y platas oficiales ligadas a pruebas tipo PSU, que debieran eliminarse, por pretenciosas, caras, aristocratizantes y "malas".
La cobertura educacional ha aumentado, en buena parte, gracias al esfuerzo privado, y podría crecer más si se eliminara el aparato estatal represivo y los fondos se concentraran en los pobres, para que ellos elijan con libertad.
Las familias han manifestado sus preferencias por establecimientos más libres. Es que no son discapacitadas, como creen los intelectuales. ¿Por qué no considerar, francamente, el traspaso de los colegios a los apoderados, organizaciones interesadas o agrupaciones especialistas en educación, en las que abundarían los buenos profesores?
La calidad y la equidad se logran con libertad, competencia, apertura financiera y educacional, bonos, créditos, incentivos y más participación familiar -algo fundamental, que los "expertos" olvidan-. Los apoderados elegirían directorios para administrar y competir con total libertad, y así quedarían los buenos colegios y desaparecerían los malos.
Es lo que se observa en todas las actividades, más allá de sus complejidades, y lo que vimos en Chile en áreas vitales, como la alimentación. El eterno problema del pan dejó de serlo cuando se sacó al Estado de en medio. Hoy no es noticia, y todos acceden a él. Y la computación se desarrolló cuando se terminó con el monopolio estatal. Con la educación sería igual, con perdón de intelectuales, educadores y políticos.
Álvaro Bardón
Nuestros intelectuales, "educadores" y políticos no se han enterado del fracaso de la planificación central y del dirigismo estatal. Por esto, no pueden mejorar la calidad de la educación, al insistir, una y otra vez, en más restricciones y regulaciones que limitan la libertad, creatividad y competencia, en un área compleja y en permanente cambio. Insisten en más impuestos y gasto fiscal, no para dar bonos o subsidios a la demanda de los sectores de menores ingresos, sino para que se ofrezcan metros cuadrados, jornadas, computadores, inspectores, textos, condones, pruebas únicas, contenidos, becas, viajes y pedagógicos "malos", que enseñan metodología en vez de materias útiles.
El dirigismo estatal crea directores y profesores sin incentivos, que ganan lo mismo trabajando o no. A los malos no los sanciona, ni premia a los buenos. No se cuidan los recursos, y el gasto en burocracia aumenta. El Ministerio de Educación crece, así como inútiles programas, pruebas y experimentos de calidad.
Agregue el Ministerio de la Cultura, y ahora el de "innovación", y el cuadro totalitario se completa.
El Estatuto Docente empeoró la educación, así como las variadas ingenierías sociales desde fines de los años 60. Es un fracaso de "expertos" dogmáticos, que desconfían de la libertad y creen en un Estado divino, capaz de mejorar la calidad "a mano" y de garantizar la igualdad, la que no conciben a partir de las decisiones de las personas y su diversidad. Éstas serían tontitas, no como ellos, los iluminados, capaces de guiarnos usando la represión de la ley y el Estado. No comprenden que son las personas libres las que crean, y que su interacción genera productos de mejor calidad. Fue el caso de la educación superior de los EE.UU., que derrotó a la europea, sobrerregulada y "sin lucro", que ahora trata de ponerse al día, copiando a los estadounidenses. Es lo que se observó en Chile cuando se abrió la educación superior en los años 80 -y que ahora se intenta detener, al no autorizar nuevos establecimientos y con acreditaciones y platas oficiales ligadas a pruebas tipo PSU, que debieran eliminarse, por pretenciosas, caras, aristocratizantes y "malas".
La cobertura educacional ha aumentado, en buena parte, gracias al esfuerzo privado, y podría crecer más si se eliminara el aparato estatal represivo y los fondos se concentraran en los pobres, para que ellos elijan con libertad.
Las familias han manifestado sus preferencias por establecimientos más libres. Es que no son discapacitadas, como creen los intelectuales. ¿Por qué no considerar, francamente, el traspaso de los colegios a los apoderados, organizaciones interesadas o agrupaciones especialistas en educación, en las que abundarían los buenos profesores?
La calidad y la equidad se logran con libertad, competencia, apertura financiera y educacional, bonos, créditos, incentivos y más participación familiar -algo fundamental, que los "expertos" olvidan-. Los apoderados elegirían directorios para administrar y competir con total libertad, y así quedarían los buenos colegios y desaparecerían los malos.
Es lo que se observa en todas las actividades, más allá de sus complejidades, y lo que vimos en Chile en áreas vitales, como la alimentación. El eterno problema del pan dejó de serlo cuando se sacó al Estado de en medio. Hoy no es noticia, y todos acceden a él. Y la computación se desarrolló cuando se terminó con el monopolio estatal. Con la educación sería igual, con perdón de intelectuales, educadores y políticos.
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