SUPREMA CORTE
Roberts marcará el rumbo de EE. UU.
Amplio apoyo a un juez conservador moderado al frente del Tribunal Supremo
La derecha presiona a Bush para que elija a un 'halcón' para la otra vacante del Supremo
El Senado de EE.UU. confirmó ayer por amplia mayoría a John Roberts, un conservador moderado, como nuevo presidente del Supremo, uno de los cargos más influyentes del país. El próximo relevo de la juez Sandra Day O'Connor dará la medida del giro ideológico en la institución, que tiene la última palabra en muchos temas.
Votaron a favor 78 de 100 senadores, entre ellos 22 demócratas, seducidos por su talante y su brillantez profesional
EUSEBIO VAL - 30/09/2005 La Vanguardia. Corresponsal WASHINGTON
El Senado de EE.UU. confirmó ayer por amplia mayoría a John Roberts, un conservador moderado, como nuevo presidente del Supremo, uno de los cargos más influyentes del país. El próximo relevo de la juez Sandra Day O'Connor dará la medida del giro ideológico en la institución, que tiene la última palabra en muchos temas.
Votaron a favor 78 de 100 senadores, entre ellos 22 demócratas, seducidos por su talante y su brillantez profesional
EUSEBIO VAL - 30/09/2005 La Vanguardia. Corresponsal WASHINGTON
A sus 50 años, John Roberts ascendió ayer, con todos los honores, a una de las cumbres del poder estadounidense: la presidencia del Tribunal Supremo. Roberts, que sustituye al recientemente fallecido William Rehnquist, llega a uno de los cargos más importantes del país -por su carácter vitalicio y su influencia- con la vitola de conservador, aunque con credenciales de moderación, pragmatismo y brillantez profesional. Votaron a favor de Roberts 78 senadores, entre ellos 22 demócratas. Otros 22 parlamentarios de la oposición se pronunciaron en contra. El nuevo presidente del Supremo, que juró el cargo en la Casa Blanca en presencia de Bush, es el más joven que llega a este puesto. Esta circunstancia hace que, a priori, su carrera pueda ser muy larga y que influya sobremanera en multitud de decisiones importantes de índole social para el futuro de EE. UU. En la ceremonia, Bush calificó a Roberts como un "nuevo líder excepcional" y éste destacó que el proceso de su nombramiento "ejemplifica la división de poderes" "y muestra que "juzgar es distinto a hacer política". Lo más extraordinario del nombramiento de Roberts, además de la escasa acrimonia política que ha suscitado, es que se trata de un personaje con relativa inexperiencia como juez. Sólo llevaba dos años en el Tribunal Federal de Apelaciones del distrito de Columbia, aunque como abogado defendió numerosos casos ante el Supremo y era conocido por su habilidad jurídica, sus conocimientos y su tono elegante. Roberts ocupó cargos importantes de ámbito legal con Ronald Reagan y Bush padre. Este variado currículum le ha dado una perspectiva muy útil para su nuevo puesto. A pesar de que su carrera presentaba algunos problemas -puntos de vista muy conservadores sobre los derechos de las minorías, el aborto y otras cuestiones-, el estilo de Roberts, su aplomo, lograron seducir a muchos senadores demócratas. El liberal neoyorquino Charles Schumer le piropeó diciendo que había sido "la persona más brillante" en comparecer ante la comisión de Justicia. El también demócrata Patrick Leahy, de Vermont, le votó convencido de que es "un hombre de integridad, le he tomado la palabra de que no tiene una agenda ideológica y que será independiente; espero que lo sea y confío en que lo sea". Otros no le concedieron el margen de la duda. El senador Edward Kennedy, de Massachusetts, portavoz del ala más liberal del partido, votó en contra y recordó que lo había hecho para no caer en el error de 1986, en plena era Reagan, cuando apoyó la candidatura de Antonin Scalia, que resultó ser uno de los jueces más ultraconservadores. "Espero que los hechos muestren que me he equivocado -dijo Kennedy-. Me equivoqué antes... Lamento que votara la confirmación del juez Scalia, a pesar de que él, igual que Roberts, era una persona agradable y un inteligente abogado de Harvard". Roberts es un católico devoto, está casado y tiene dos hijos pequeños adoptados. Vive en una casa en el barrio de clase media-alta de Bethesda (Maryland), al noroeste de Washington. Su apariencia es la de un correcto vecino de la América suburbana. Como presidente del Supremo cobrará al año 208.100 dólares, lo mismo que recibe el vicepresidente Dick Cheney. Este sueldo está muy lejos del que recibiría como prestigioso abogado en el sector privado o como directivo de empresa. La experiencia histórica enseña que los nombramientos para el Tribunal Supremo, exclusivo club de nueve miembros, son como los melones. Suelen dar sorpresas, no siempre agradables para quienes los escogieron. Jueces con fama de conservadores, como David Souter -designado por Bush padre-, se han revelado bastante liberales. Uno de los poderes específicos del presidente del Supremo es decidir quién de los jueces redacta la opinión mayoritaria, siempre que él la haya suscrito Tras la ratificación de Roberts, se espera que Bush nombre un relevo para Sandra Day O´Connor, la juez del Supremo que anunció su dimisión antes de la muerte de Rehnquist pero que aún ejerce sus funciones. La batalla política en el Senado podría ser mucho más encarnizada si Bush decide nombrar a alguien muy conservador. De hecho, la derecha estadounidense, en especial la que está influida por la derecha religiosa, lleva años esperando las vacantes en el Supremo para cambiar el rumbo de la nación en asuntos como el aborto, la investigación biogenética o los derechos de los homosexuales. O´Connor es una conservadora moderada pero impredecible. Con frecuencia ha inclinado la balanza hacia el bando liberal. Bush tiene presiones -incluso de su esposa Laura- para escoger a alguien de una minoría étnica -un hispano- o a una mujer. Una de las opciones barajadas fue la de Alberto Gonzales, actual secretario de Justicia, un estrecho colaborador de Bush desde sus tiempos de gobernador de Texas. La derecha religiosa se opone a su nombramiento por considerar que es demasiado blando en el tema del aborto. Cuando arreciaron los ataques, Bush salió en su defensa, pero supondría una bofetada a una de sus bases electorales más fieles que insistiera en Gonzales.
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