BENEDICTO XVI
Diálogos vaticanos
LA VANGUARDIA - 03/10/2005
LA VANGUARDIA - 03/10/2005
BENEDICTO XVI ha inaugurado el primer sínodo de obispos de su pontificado. Un sínodo es una especie de concilio en miniatura al que asisten representantes episcopales y seglares de diversas partes del mundo. Estas asambleas sinodales fueron creadas por Pablo VI con la voluntad de facilitar la relación entre la curia vaticana y las distintas sensibilidades del orbe católico. El sínodo reflexionará sobre el sacramento de la comunión, motivo que servirá de nexo entre dos pontificados. Juan Pablo II convocó el sínodo en el contexto del año de la Eucaristía, en el que proyectó sus últimas energías, y Benedicto XVI, en su primera homilía, puso el acento en el valor central que el sacramento de la eucaristía tiene para la fe católica. Al margen de las implicaciones doctrinales y teológicas, el primer sínodo en el que participa Benedicto XVI parece una buena ocasión para valorar los primeros signos del nuevo pontificado. De los viajes y apariciones públicas se desprende que Ratzinger no pretende imitar el carisma de Wojtyla. Sus gestos son menos exuberantes y su visibilidad es menor. De sus contactos y reflexiones escritas se deduce, en cambio, que es un Papa con una capacidad de diálogo mucho más amplia. Y no sólo por estar claramente empeñado en el desarrollo de una teología que pueda ser compartida por las distintas corrientes cristianas, ni tampoco por los vínculos que ha establecido con representantes de las religiones musulmana y judía, sino por su capacidad de reconocer y relacionarse con las posiciones más extremas de la Iglesia católica. Juan Pablo II intentó asegurar la coherencia de la Iglesia cortando de raíz la disidencia: silenciando a los teólogos progresistas y excomulgando al obispo integrista Lefebvre. Benedicto XVI, en cambio, ha entrado en relación personal con estos dos extremos de la discrepancia católica. Se ha entrevistado con Bernard Fellay, obispo cismático, continuador de Lefebvre, y con Hans Küng, prestigioso teólogo innovador, suspendido en 1979. Estas conversaciones no han resuelto cuestión alguna, pero han tenido la virtud de derribar el alto muro que separaba la vida católica oficial de sus alas contestatarias. Ambos contertulios han salido entusiasmados del diálogo con el pontífice. No se vislumbra todavía una nueva línea de gobierno eclesiástico, pero es evidente que Ratzinger no es el feroz guardián de las esencias que muchos profetizaron. Benedicto XVI está esbozando un camino nuevo.
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