lunes, octubre 03, 2005

HOMBRE Y MUJER

Canetti, lengua, oído
EL HOMBRE tiende a 'voyeur', mientras que la mujer tiende a 'écouteuse'

ORIOL PI DE CABANYES - 03/10/2005
Evoquemos a Elias Canetti en su centenario. Su autobiografía - La lengua absuelta- empieza con su más antiguo recuerdo de infancia: sale de casa en brazos de una sirvienta y les sale al encuentro un hombre sonriente que viene amigablemente hacia él. "Se me aproxima mucho, se detiene y me dice ´¡Enseña la lengua!´ Yo saco la lengua, él palpa en su bolsillo, saca una navaja, la abre y, aproximando la faca ami lengua dice ´Ahora le cortaremos la lengua´. No me atrevo a retirar la lengua, él se aproxima cada vez más hasta rozarla con la hoja. En el último momento retira la navaja y dice: ´Hoy todavía no, mañana´. Cierra la navaja y la guarda en su bolsillo". Es una amenaza que dura días y días, días de angustia y de sufrimiento siempre que sale de casa con una criada que sólo habla búlgaro y les sale al paso el amante primitivo y feroz que teme que el pequeño Elias les delate. Y esa broma macabra marcará toda una vida que el trauma convertirá en conciencia del lenguaje. En el libro de sus años ingleses - mordaces notas de sociedad en una Inglaterra impávida bajo las bombas nazis- está el retrato de Iris Murdoch, la novelista norirlandesa. Me sorprende no tanto la desconsideración con que la trata, a pesar de haber sido su amante, como que le atribuya (sin que parezca percatarse de la importancia que tiene) esa extrema disposición a escuchar propia de algunas mujeres. "Iris Murdoch: su manera de escuchar me llamó la atención cuando la vi por primera vez. Escuchaba como un sordo que no ha de dejarse escapar nada para oír por lo menos algo - dice Canetti-. Presta su oído a todo, una y otra vez, mientras lo pueda aguantar, incluso se ofrece con tal de escuchar más, escucha con calma historias, confesiones, ocurrencias, desesperaciones". "Sus personajes nacen de todas las inacabables conversaciones que ha mantenido con hombres". Y es por ello que, según cómo, dice, ella escribe diálogos platónicos. Pero no hay nada negativo en esta actitud de extrema atención a la palabra del otro.Aunque Canetti critique en Iris el afán posesivo (que en su caso no es más que avidez de conocimiento) con que se relaciona con tantos hombres, por lo que saben o puedan decirle. "Iris me gustaba como oyente. Notaba lo bien que escuchaba y pensaba que por esto venía a verme. No hay nada que me incite más a tratar determinadas personas que su deseo de escucharme - escribe-. En Iris este deseo era una pasión. Y por ello la apreciaba. También hablaba con ella de las cosas que me preocupaban profundamente. Y ella lo absorbía todo." Es curioso: más el hombre perora, más la mujer se hace receptiva. En La crisàlide Teresa Costa-Gramunt escribió: "Reflexionando, he llegado a la conclusión de que las mujeres, en general, son mucho más sensibles al sentido del oído (contrariamente a los hombres, que lo son más al de la vista). Las palabras de amor al oído de una mujer hacen milagros, tanto como estragos las de menosprecio. Parece como si el espíritu femenino habitara en la oreja." Sí, el hombre tiende a voyeur,y la mujer, a écouteuse.Una mujer que escucha con la intensidad con que escuchaba Murdoch es una mujer ya medio entregada. Como en toda anunciación de un mundo interior, el simple sonido de la palabra (que es una realidad espiritual) ya fecunda. Es como una música dulce que hace vibrar la sensualidad femenina.
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